Por Jorge Sotero
La Habana.- Los gobernantes cubanos, a todos los niveles, se lanzaron en una campaña mediática para demostrar que la alimentación no es un problema y llegan a extremos que dan pena. Alguno parecería que es de risa, pero a mí me duele, Y se los voy a explicar.
Un post en Facebook, del cual dejaré acá el link aquí (), dice que «Comienza en San Juan y Martínez la distribución de papa». Así, sin más, en ese municipio de la provincia de Pinar del Río, van a comenzar a distribuir papa, que debe ser el alimento más popular del mundo y el más habitual, menos en Cuba.
En Haití, sumido en una crisis de ingobernabilidad enorme, hay papa todo el año. Lo mismo pasa en Honduras, Belice, en todos los países de Suramérica, de donde es oriunda. Ni hablar de Europa, en el viejo continente puedes escoger el tipo, y hasta en África. En los más apartados lugares de África, ya sea en mitad del Sahara o en la selva del Congo, hay papas.
En Asia y Australia, igual. Desde el primer día del año hasta el último. En todos los países del mundo, menos en Cuba, hay papas de cualquier variedad. En algunos lugares, como Perú, Bolivia o Chile, te preguntan para qué la quieres. Porque no es lo mismo la que vas a freír que la que tendrá otros usos.
Y si eso fuera poco, también está la papa que venden congelada, lista para freír. Pero en Cuba, ni una ni otra, y una vez al año, los gobiernos locales empujan a medios de prensa y periodistas -digamos que sus voceros- para que se hagan eco de que van a distribuir papa. ¡Increíble!.
Pero eso no termina ahí. El post, que contiene varias fotos, dice que se comercializará a tres libras por habitantes, a un precio de 11 pesos la libra.
Cada vez que leo estas cosas o me tropiezo con situaciones similares, recuerdo al viejo Zenón Sotero, mi abuelo, quien siempre me decía que antes de 1959 podía encontrarse en las bodegas cubanas todo lo que quisieras comprar: dátiles, higos, peras, pistachos, manzanas, turrones de diferentes tipos, y si ibas a buscar arroz, podías escoger entre una gama de 10 o 12 variedades, cada una a un precio distinto.
Y el viejo Zenón era un humilde campesino que tenía una caballería de tierra arrendada y una prole de nueve hijos, entre ellos mi padre, que era el más joven y el segundo varón. Además, cuidaba de sus padres y de un hermano jimagua con él, que tuvo problemas al nacer y no podía trabajar. Celio, que así se llamaba el hermano, se pasaba el día, según mi abuelo, debajo de una mata de salvadera fumando tabaco. Y solo se movía de allí a preguntar por el puré.
A Celio Sotero le dieron puré de papa desde el día que nació hasta unos días antes de morir, en junio de 1964, cuando dejó de haber papa en las bodegas, ya nacionalizadas.
Y ahora, por cuenta del «maldito» bloqueo, a San Juan y Martínez, por ejemplo, llevarán papa una vez al año, tres libras por personas, y lo anuncian con bombos y platillos. Y pueden considerarse dichosos los de ese municipio de Pinar del Río, porque hay lugares de Cuba donde nunca venden el «producto papa».
Durante muchos años, los habaneros con familia en el «campo» mandaban cajas para esos lugares con papas para su familia, única forma que teníamos los guajiros, entre ellos los de Manicaragua de comernos unas papitas fritas alguna vez.
Señores, es papa, no carne de res, ni pescados exóticos o langostas y, aún así, en Cuba está limitada, contabilizada y solo se puede comprar esporádicamente, cuando alguna cosecha en el lugar, porque la que importan es solo para los turistas y los dirigentes, porque a Manuel Marrero, Díaz-Canel, la familia Castro y compañía les dijeron que el bistec con papas es bueno para la piel y para la panza.