LOS POETAS DIFUNTOS

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Por Tania Tasé ()

Que el dolor puede producir belleza es una lección que se aprende a palos.

Berlín.- ¿Cuándo termina realmente la reacción de duelo? La gente que sabe mucho habla siempre de soltar para sanar. La gente que piensa saber mucho es muy pobre: no puede explicar por qué aún bailas en mi cabeza una danza imposible. Mucho menos la manera tan linda que tienes de no morirte en mis sueños. ¡Cómo acompañas!

Una persona hace para mí un café exquisito y el aroma me recuerda al tuyo y el amor rarísimo de café nuestro. Se me han quedado esos vicios. El aroma del café hace cosas muy extrañas conmigo, por ejemplo: andar escribiendo locuras que nadie entiende. Y es muy bueno por una vez no tener que explicar nada. La amarías a ella también, amarías a todas las personas bellas que son capaces de quererme con café.

¿Sabes lo que hace Zucki? Me recuerda en estos días todas las tonterías que posteaba mientras tú te me morías, sin derecho a despedida ni a cerrarte los ojos. Sin derecho a acompañarte. ¡Mierda de culpa que a veces me asfixia!

Te cuento que he estado pateando cristales. Ya sabes, el viejo cuento del elefante. Es que hay tanta gente para los que la poesía de los sueños es inaudible, y una tiene que andar pateando sus orejas de palo.

Sigo con mi vieja tos de todos los tiempos, pero ya no la maldigo. Me impode a veces resbalar y caer al pantano de las pesadillas recurrentes.

Aún soy una pesadilla para la vecina de los bajos cuando camino kilómetros en mi salita estrecha. No vaya a ser que se me escape el alma en un grito. Y te imagino riñendo: pero siéntate ya, mujer! Y sonrío. Te sonrío. Los mejores días te suelto una carcajada.

Los que visten de blanco han dicho que soy una Zeitbombe. No comprendo su sorpresa, yo siempre he sido ese juguete raro que expolota en las manos de quien intenta dominarme. Siento algo feo respirar en mi nuca.

Y aquí ando, tratando de reinventar este domingo para no ver que se fugan los poetas de mis costillas: Aute y tú casi a la misma hora.

Hay muchas maneras de morirse y una de ellas es traicionar. Hay un estribillo que creí olvidado de un poeta traidor a sí mismo, y regresa a fastidiarme en estos días de una forma grosera e insistente: «y yo sigo sin canciones habiendo necesidad…»Como golpes bajos de la memoria».

Quizá mañana te suelte y sane. Pero mañana no es hoy. Y yo empeño el futuro sólo para que me acompañes un ratito más.

No fuimos a tu París ni a mis playas. Y Berlin no bastó.

Vuela lindo, amor. Que no te abandone nunca la luz, que no te falten tulipanes en tu paseo y que no haya poetas traidores en ese tu nuevo país.

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