El matancero Liván Izquierdo Alonso acaba de ser designado al frente del gobernante partido comunista en la capital cubana
Por Carlos Cabrera Pérez
La Habana sigue escasa de cuadros comunistas porque, en los últimos 47 años, solo ha tenido un Primer Secretario del partido único nacido en la capital; el resto han llegado de oriente y el centro de la isla, incluido el recién nombrado matancero Liván Izquierdo Alonso, que tiene menos luces que un semáforo.
Nada más tomar posesión de su nuevo cargo, el compañero Izquierdo Alonso proclamó que La Habana “no puede seguir siendo una carga” para el resto del país, una afirmación que debió evitar, por prudencia y sensibilidad políticas; aunque el promovido venga de Ciego de Ávila y Matanzas, donde la vida sigue en candela.
Todas las capitales del mundo gozan de ventajas sobre el resto de ciudades y provincias y, en el caso de la dictadura más vieja de Occidente, las otroras y exiguas cuotas de racionamiento, un poco mayores que la de sus paisanos, obedecían a la necesidad del pan con na de guardar apariencias ante el cuerpo diplomático, la prensa extranjera y visitantes internacionales.
Hace muchos años, los Van Van avisaron que La Habana no aguanta más, así que ahora el cuartico está peorcito y siguen acumulándose los problemas vitales de pobreza, desigualdad, carencia de servicios básicos, barrios de llegaypon; legalizados tras el susto del 11J, y una creciente inseguridad, que abarca el consumo de drogas, especialmente entre jóvenes de todos los barrios.
No fueron habaneros, sino un oriental, quien diseñó e implantó la sexagenaria libreta de racionamientos y sus cuotas diferenciadas para la capital y el interior, tampoco fueron capitalinos, sino un oriental, quien concibió agresiones a La Habana como esos barrios de Microbrigadas que son un atentado urbano y paisajístico; el mismo oriental que decretó zonas congeladas para dirigentes, guara y subguaras.
El capitalino Jorge Lezcano Pérez, nacido en el barrio de Santos Suárez fue el último de los habaneros en dirigir el partido comunista de la ciudad, cesando en 1994, cuando fue designado vicepresidente del unipartidista parlamento nacional, desde entonces, el Buró Político, ha sido incapaz de encontrar habaneros capacitados para tan peligrosa encomienda.
La Habana suele ser trampolín o tumba de los dirigentes cubanos, que suelen asumir el encargo con una mezcla de alegría y miedo. Alegría porque su designación confirma que goza de la confianza temporal del alto mando y miedo porque puede ser el fin de su carrera política que, en Cuba, significa pasar a la ECOTRA (Empresa Consolidada de Otras Tareas Revolucionarias), es decir, a la nada.
El relevo en el partido comunista habanero forma parte de una rebambaramba del tardocastrismo, en su vano empeño de ofrecer una imagen de cambio y reformas, sin asumir el lógico y necesario pluripartidismo; del que gozan presidentes como Lula, Petro y López Obrador, libertad económica y de prensa y respeto a los derechos políticos, sociales y cívicos de los ciudadanos; mientras las reglas de juego sean la infantiloide resistencia creativa, ya pueden seguir nombrando y liberando a decenas de compañeros, en los burós provinciales y gobernaturas provinciales y la primera secretaria de la Ujotacé.
Solo hay que ver los resultados que han dado Díaz-Canel y Marrero -caprichitos de Raúl Castro- para constatar que el sistema totalitario y muchos de sus altos cargos carecen de reflejos, sensibilidad, generosidad y capacidad políticas; como ese oportunista guiño del liberado Torres Iríbar a Julio Antonio Mella, cuando advirtió que el tiempo por venir sería mejor y que lo más importante es el partido; parece que el compañero no se ha enterado que su evocado fue expulsado del partido comunista y asesinado por sus excompañeros en México.
Nada que sorprenda en la baba sin quimbombó, cuyo penúltimo disparate, ha sido la campaña de comunista, Crea tu felicidad; en medio de los reconocimientos de Marrero y Díaz-Canel que los cubanos viven en condiciones muy difíciles y sus plegarias a la unidad imposible entre pordioseros por decreto y riquinos por decreto; y menos mal que la compañera Lis Cuesta Peraza parece haber suspendido sus opíparos banquetes con Frei Betto y otros mercenarios del castrismo, que son una ofensa para la mayoría de los hambreados cubanos.
