Por Esteban Fernández Roig Jr ()
Miami.- Dicen que “Muchos hombres seguimos siendo unos niños”. Nunca he ido a un siquiatra, ni iré, temo que un profesional -fuera de mi grupo íntimo- descubra que yo soy uno de esos niños.
Soy hombre en toda la extensión de la palabra. He trabajado, he creado una familia, pero todo ha sido reprimiendo a duras penas mis deseos internos de salir a jugar a la quimbumbia, a las canicas, a la viola, y cuando sopla el viento mis deseos irrefrenables de correr al cercano Parquecito Martí a empinar una chiringa.
En “Toy r Us” mis hijas se reían, se quejaban y me acusaban de: “Papi, yo creo que estás comprando juguetes para ti”.
Me voy a pelar y recuerdo las primeras peladas con Gilimás, Santiago y Basiliso.
Cada 6 de Enero voy a la sala, no veo mis regalos y decepcionado noto que mi casa no fue visitada por aquellos Tres Reyes Magos que entraban en la casita de Pinillos 463.
Cada una de las cien gripes, y hasta dolores de estómago que he tenido, desconsolado he anhelado ver a Ana María trayéndome una sopita de pollo, dándomela con una cucharita y diciéndome: “Mira, ahí vienen tus primitos en el avioncito”…
No ha habido un solo domingo en 61 años que en mi mente no sienta que tengo 13 años y le doy cien vueltas al Parque Central de Güines.
Mi amigo desde el Kindergarten Milton Sori, lo resume de esta forma: “Esteban, yo vivo en este 2024, tú vives en 1959”…
Y ahora los dejo porque son las nueve y media de la noche y mis padres me advirtieron que debo regresar antes de las 10.