Por Ulises Toirac
La Habana.- Literalmente «Menea al perro». Viene de la expresión «Don’t let the tail wag the dog» (no dejes que la cola menée al perro), aplicable a, por ejemplo: «No se puede permitir que el ignorante de un departamento sea el que lo dirija». Tenemos imágenes de sobra a las que aplicar la frase, para qué insistir.
Hace unos días vi en Marianao unos tenis colgando de un cable del tendido eléctrico y, aunque buscando significados en internet, hallé unos cuantos bien diferentes e interesantes, enseguida recordé esta comedia de 1997 (dos nominaciones a Oscar, una para Mr. Hoffman y otra para sus guionistas, Hilary Henkin y David Mammet), y aunque siento que no fue muy bien valorada por la crítica, me hace lanzar carcajadas cada vez que repito «play» con ella.
Elencazo de lujo encabezado por Robert De Niro, que interpreta a un misterioso y superpoderoso elemento oscuro de un partido político (Conrad Brean), y Dustin Hoffman, productor de Hollywood de vastísima experiencia y éxito, pero en el ocaso de su carrera (Stanley Motss). Incluye también a Woody Harrelson (sargento «Zapato»), haciendo un depravado sexual absolutamente loco (para comérselo de lo bien, como siempre), Kirsten Dunst (Tracy Lime)… y algunos otros para relamerse. Por si fuera poco, nada más y nada menos que Willie Nelson (sí, el abuelo country) hace su parte hilarantemente y da un gusto superlativo verle.
La historia trata de un Presidente a punto de re-elección al que le «salta la liebre» de una acusación abuso sexual con una menor durante el curso de su mandato. Conrad acude a Stanley y entre ambos montan una serie de colosales mentiras aparentemente reales (incluida una guerra entre EEUU y Albania), para desviar la atención del público americano. La CIA, La Casa Blanca, Hollywood, la prensa… ¡de todo!
Yo la disfruto. A mares. Tiene chistes a todos los niveles, algunos con proyectores y otros tan sutiles que da gusto verlos pasar inadvertidos.
Deja que sea el perro el que mueva la cola… Y tú vacila esta delicia de comedia.
