Por Adalixis Almaguer
Miami.- Se fue la corriente en mi barrio. Hubo una rotura. Viene en tres horas y 30 minutos. Cuando la FPL dice que viene, pues viene. A veces antes. Y te van informando del progreso. Pero no es lo usual y te saca de tu zona de comfort.
No se puede lavar, no se pueden aspirar los pisos, no se puede cocinar, no se puede. A nosotros no nos importa mucho el no se puede porque la pasamos leyendo y ya compramos comida en la esquina. Pero… ¿cómo lo hacen en Cuba?
¿Cómo lo hacen cuando no hay FPL que te diga con seguridad cuando viene? ¿Cómo lo hacen cuando los pronósticos están tan inflados como los panzones del Comité Central? Arreglan hoy y hoy mismo se rompen.
Y encima cuando viene no hay con qué lavar. Y no se compra comida en la esquina, si acaso aparece algo ese algo tiene que pasar por la magia de la cocina y estirarse como una liga para que alcance para más.
De leer no hablo. El hambre es como un déficit en la atención que te hace leer y releer la misma línea mientras el cerebro sólo piensa en congrís y yuquitas blanditas. De eso no me hagan historias que lo viví. Del hambre y del agua hablamos otro día.
Hoy hablamos de la corriente. De lo imprescindible que es en nuestra modernidad. De lo descostumbrados que estamos desde que Thomas Edison en 1879 consiguió iluminar una bombilla incandescente con energía. Hoy hablamos de lo duro, lo durísimo que se la pone la dictadura a los cubanos.