QUE NUESTRA ILUSIÓN NO SEA COBARDE, PERO QUE NUESTRO ÁNIMO NO SEA INGENUO

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Por Padre Alberto Reyes (Especial para El Vigía de Cuba)

A propósito del Jueves Santo.

Evangelio: Juan 13, 1-15

Camaguey.- Decía Aristóteles que cada ser humano llega a este mundo “quam tabula rasa”, es decir, como una “pizarra en blanco” sobre la cual empezar a escribir, y aunque la realidad no es tan así, lo cierto es que en el bebé hay mucho por escribir, y esa escritura comienza inmediatamente, marcada ya desde el inicio por la experiencia del tipo de acogida que se nos da en este mundo. A partir de ahí, todo lo que nos rodea y todos los que entran en contacto con nosotros, van dejando un mensaje escrito en nuestra historia.

Por eso, cuando la experiencia cristiana llega a nuestras vidas, es recibida por aquellos que se le han adelantado: criterios, opiniones, actitudes, modos de ser y de hacer… a los cuales esa experiencia de nuestro encuentro con el resucitado está llamada a evangelizar, es decir, a reformular en clave cristiana.

Es muy común que esos criterios que se han adelantado a la experiencia cristiana no sólo no sean evangélicos sino que sean, además, compartidos por muchos de los que nos rodean y, por tanto, que sean vistos como “lo normal”. Son criterios con los que hemos aprendido a funcionar, que muchas veces nos han “resuelto la vida”, y que no van a ceder su puesto sin luchar.

Por eso, conocer a Jesucristo y sentir gusto por su persona es fácil, pero dejar que Cristo cambie nuestros esquemas pre-establecidos, eso ya no es tan sencillo.

El Cristo que lava los pies a los discípulos, que dice que el primero debe hacerse el último, que afirma que el poder es para servir, que pide amar al otro como él nos ha amado, que insiste en amar incluso a los enemigos, que pide construir la vida en clave de entrega… ese Cristo es fácil de admirar pero difícil de imitar.

No porque no le creamos, no porque no veamos que tiene la razón, sino porque para vivir como él nos pide, tenemos que librar una batalla con nuestros esquemas ya establecidos, cuya primera arma es recordarnos cómo tantas veces nos han ayudado a sobrevivir, cómo a través del poder, de la imposición, de la manipulación, del aprovecharnos de otros… hemos logrado mucho de lo que queríamos, aunque tal vez nos hayamos ido rompiendo el alma por el camino.

Es importante asumir el reto de lanzarnos a reescribir nuestra “tabula rasa”, y de hecho, la madurez humana pasa necesariamente por la elección consciente de lo que, ya con uso de razón, deseamos elegir, pasa por la opción por los valores que queremos que conformen nuestra vida, pero eso no se hará sin lucha, sin momentos de retroceso y, muchas veces, sin la ayuda de otros que nos sostengan, nos animen y nos inspiren en nuestro camino.

Tal vez por eso san Agustín, desde la experiencia de sus propias luchas, escribió: “El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Así pues, que nuestra ilusión no sea cobarde, pero que nuestro ánimo no sea ingenuo.

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