Por Gretell LObelle ()
Matanzas.- Caminé un poco varadero, el tramo entre la 54 y ese sitio que llaman Las Taquilla y que antes era un avispero de personas y ahora está lleno de rostros que se aburren.
Varadero es un pueblo costero. Hay una historia fundacional que habla de pescadores y luego de gente con dineros que fue haciendo de esta península un sitio para vacacionar y desdoblarse en gustos, vicios y largos etcéteras, pero nunca dejó de ser un pueblo de pescadores.
Los nativos han tenido ese espíritu pueblerino, local, de sitio independiente quizá ese puente que atraviesas y da la sensación que saliste del archipiélago y entraste a otra geografía. No sabría decir si ese espíritu de pescadores aún existe. Desde mis corta estancia, solo hablo de sensaciones.

Hoy caminé Varadero. Unas pocas cuadras. Andar en soledad te deja una libertad particular, una elección propia en qué hacer, dónde ir. Buscaba las casas fundacionales o las más antiguas. Me hubiese gustado que alguien conocedor me contara más.
En lo poco que vi, disfruté y sufrí cada casa de madera que fui encontrando. ¡Qué triste que el explendor de los mejores años de este sitio no propició en los responsables una intención más marcada en conservar lo patrimonial! Hermosas casas que evidencian un pasado singular. Historia borrada que dió paso a un desarrollo que hoy demuestra lo poco sostenible.

Desde el domingo pasado en un maratón medio vacío me invadió una sensación rara. Tantas caras ausentes que se notaban. Estos eventos te hacen conocer-reconocer y es de las cosas que también disfrutas. Muchos ya sabía que no estarían, no están. Otros que no vi porque el evento fue rápido. Busqué lo distintivo, lo extraordinario de la comunión, no estuvo, me llevo eso junto a una simbólica medalla.
