FAVEZ Y LA MALDITA CIRCUNSTANCIA DE LA TRAICIÓN

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Por Richard López Castellanos ()
Baracoa.- Pareció poco el calvario en la vida de Enriqueta Favez para que la médico suiza haya trascendido hasta hoy por más que ocultar su identidad, ejercer su profesión vestida de hombre, rozar el límite de la transgresión al casarse con una mujer y alcanzar la gloria como leyenda.
Ahora, cuando se conoce bastante sobre quien unos prefieren ver asociada al exceso, y otros a lo desafiante, o al mérito, la figura de la galena sigue sometida a una especie de escarnio público, vinculado a la traición de oportunistas y endebles.
En un bando, los que obraron solapadamente para que la estatua en memoria de la Favez y destinada a la Primera Villa de Cuba fuera colocada, como está, en Guantánamo; en el opuesto, los que debieron hacer con el propósito de que la escultura estuviera en Baracoa y solo disimularon, callaron, acataron, pusieron a un lado la historia y, lo peor, dieron la espalda a la identidad de un pueblo.
Están perdidos. La traición es, cuando menos, un acto de cobardía.
No hace falta considerarse traidor, o que se mire como tal a uno. La felonía, lo que se parezca, ya condena, lleva hacia lo oscuro, convierte en perverso incluso a quien se cree ángel y fue capaz de levantarle un puñal a una buena causa.
El actual rumor de que la estatua de Enriqueta Favez situada en el boulevar guantanamero estará un día en la Ciudad Primada revive el pesar de los baracoesos de cuando se sospechó, y luego de supo, que la pieza esculpida por José Villa Soberón sería develada públicamente en una región donde nunca debió estar.
Fueron días, semanas, en que los nacidos en la tierra adonde llegó la galena en 1819 para curar, o los atados en sentimiento a este lugar, padecimos por la desfachatez protocolar, el sigilo, las conveniencias y el irrespeto con que se obró en la cabecera provincial desde la UNEAC, la Dirección de Cultura y otros implicados en un desenlace de ninguna manera admisible.
Eso, sin perdonar a las culpables «víctimas» de aquí, a los decisores que mal deciden, mal hacen.
De consumarse lo del traslado de la pieza quienes hicieron por despojarnos de ella se dolerían, quizás no tanto, pobrecitos, como nos dolimos los baracoesos. Mientras, los que pudieron evitar que la estatua permanezca en un territorio todo ajeno al contexto histórico de la médico celebrarían un triunfo que nunca les corresponderá, porque el verdadero protagonista de la conquista sería la gente que sí se preocupó por el asunto desde que sintió que le arrebataban algo suyo y colectivo.
De momento lo importante es que vuelve a la palestra una cuestión que como dije una vez, y no con orgullo, «… ahonda la ya antigua poca identificación de los baracoesos con la provincia a la que pertenecen». Sucede que debiera razonarse, como se enseña tiempos ha, que lo ajeno se deja quieto.
Vale recordar además que las consultas ciudadanas existen en el mundo, y que aunque el pueblo no siempre decida debe atenderse su opinión, porque sin él no habría una silla para que alguien se acomode detrás de un buró a mandar.
Por lo pronto, seguimos soñando con que la escultura que se previó instalar en el paseo peatonal de la primera de las villas cubanas sea patrimonio baracoeso, llegue desde donde llegue, tráigala quien la traiga.
Los responsables de que aún no tengamos la estatua con nosotros quizás no paguen su traición, pero ya los juzgó el sentido de pertenencia popular y andarán manchados, por muy pulcro que vistan.
No callaremos. Y allá quien crea que una voz se apaga en el silencio, y no en la mente. Ya bastante le negó a la Favez su época, como mujer y ser humano. Sepamos resguardarla, tengámosla en paz. Que sea.

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