Por Esteban Fernández Roig ()
Miami.- No hay lugar en el mundo mejor que Miami, pero al regresar a vivir en Florida saben ¿qué es lo más difícil para un cubano residente casi toda su vida en California, New York, Texas o Nebraska?
Encontrarse con otro cubano, conocer a cientos de cubanos, y actuar normal, sin entusiasmo, y sin hacer aspavientos al darnos cuenta que son nuestros compatriotas
En Los Ángeles, durante más de 55 años, nada me producía más alegría en el Ralph Market, en Porto’s y hasta en el juego de pelota de mi nieto que reconocer a otro cubano.
A lo lejos, solo tenía que escuchar a un hombre diciendo “coño” e iba a su encuentro a saludarlo, y hasta abrazarlo cuando este reciprocaba mi alegría.
Un día le caí atrás a un auto porque tenía un bumper sticker que tenía una tumbadora y decía: “I love Cuban Music”.
Al alcanzar al sorprendido chofer me dijo: “¡No, yo soy polaco, pero me gusta la rumba cubana!”
Aquí en Miami, la mayoría de los residentes son cubanos y hasta los latinos han aprendido a decir “Coño y … no jodas más, chico!”
Se sorprenden cuando van con una banderita cubana en el carro y yo con regocijo los saludo de lejos.
En Sédanos, al escuchar hablando a una dama le pregunté con alegría: “Señora ¿usted es cubana?“ y muy seria me dijo: “Sí, soy cubana y mi marido es karateka cinta negra”.
En la playa, me dio tremendo júbilo cuando el muchacho que repartía toallas en la piscina me dijo que era “de Güines”. Vaya, por mucho que traté de explicarle no entendió mi emoción por encontrarme con un coterráneo.
Pero, a mi no me importa, mientras yo viva siempre me encantará tropezarme con un nacido en la otrora Perla de las Antillas.
Y cuando un cubano me salude con euforia y me pregunte: “Oiga ¿usted es cubano?” Le responderé: “Sí, mi hermano, un placer conocerte ¿de dónde vienes, de Chicago, de New Jersey o de Tucson Arizona?”