Por Carlos Carballido
Rockwall, TX.- El tema Cuba es quizás el más difícil e incomprensible del universo. Ser empáticos con lo que sucede en la isla es hoy un ejercicio demencial que jamás podrá conciliarse.
Las recientes protestas en el oriente cubano resultaron a la postre más de lo mismo: “Comida y Corriente” pero esta vez menos intensas y violentas que las ocurridas el 11J en la que realmente se salieron del control castrocanelista, aunque apagadas con lo único que sabe hacer ese régimen: represión “in situ” y a largo plazo con injustas condenas a todo aquel que pudo ser identificado en las redes sociales. Los santiagueros ya sabían esto y dejaron todo a reclamos de súplica.
El pueblo cubano no sabe siquiera como exigir sus derechos. Comida y corriente no es una súplica. Es una obligación social de un Gobierno y una responsabilidad individual acceder a ellas.
Pero en tantos años de adoctrinamiento castrista ese hombre masa que definió Ortega y Gasset es incapaz de exigir sus derechos, primero por desespero y segundo por miedo a la represalia. Porque salen, ponen el muerto y el preso y nadie presiona a Cuba para que su gobierno se vaya al mismísimo carajo.
Tanto en el 11J como en el oriente cubano hace solo unos días no existió ni existe una conciencia colectiva para obligar a que ese gobierno se esfume. Que se vayan, incluso sin el peso de la justicia, pero que se vayan de una buena vez.
Pero si buscamos culpables, es injusto solo señalar con el dedo a los cubanos de adentro. Aquellos son víctimas y a la postre, hay que entenderlos. Los peores somos los de este lado, en un variopinto escenario de especímenes que surgieron de una metástasis virulenta de lo que alguna vez fue un exilio digno.
Los de aquí seguimos salvando a los de allá con lo que se puede. Recargas, remesas y paquetería, que de no hacerlo la situación del puñado de beneficiarios dentro de la isla sería tan lamentable como la de esos santiagueros flamelicos y mal vestidos que salieron a la calle.
Ese grupo de exiliados (yo también lo hago con los míos allá) que entendemos que primero es el lazo familiar y de amistad que cualquier régimen político, si bien estamos cumpliendo con un deber cristiano, la realidad es que solo ayudamos a que el chicle se extienda indefinidamente con las migajas que enviamos en una especie de martirio perenne.
En cambio los peores son estos nuevos adalides de contenido influencer, que cosechan clicks y ‘me gusta’ con carácter monetizador, utilizando la miseria del cubano y su dolor como alimento de largas horas de streaming que garantizan una vida sin trabajo honesto y respectivas fincas y ranchos en el sur de la Florida.
Lo que sí va siendo hora de entender todos los cubanos es que la tiranía de turno, desde la de Fidel como la del puesto a dedo actual, existe porque Estados Unidos lo ha permitido a través de la historia.
Políticos y líeres de la emigración (me niego a llamarle exilio) se están haciendo ricos con aquella miseria acumulada por 65 años. Apoyan la intervención de Estados Unidos en guerras ajenas, enviando incluso armas de aniquilación masiva pero impiden por tres leyes estadounidenses que los cubanos puedan optar por otro tipo de lucha no pacifista para cambiar aquella mierda.
El ejemplo más cercano es Haití, cuya crisis social, casi idéntica a la de Cuba, ha causado hasta movilizaciones del ejército americano en la zona del Caribe. En Cuba cada vez que el pueblo sale a la calle lo primero que hace Washington es llamar a la cordura y validar a un gobierno fallido como el de Díaz-Canel, total ahí esta el pueblo para seguir aguantando.
Lo primero que hacen los autotitulados líderes del internet es: “ahora sí, cubano, aquello se cae”. Y qué decir de nuestros políticos como la infame María Elvira Salazar pidiendo solo libertad para un líder oxidado y recolector de Grants como José Daniel Ferrer, e internet gratis para Cuba, en vez de usar sus prerrogativas de congresista para exigir unanimidad a la hora de pedirle al gobierno de EEUU presiones definitivas para lograr la libertad en la isla.
No. Toda acción rápida para cambiar aquello es sacrilegio. Hay que mantenerlo a toda costa. Un gobierno castrocanelista que genera ganancias para los pícaros de aquí y para los mayimbes de allá, sigue sosteniéndose mientras un pueblo cadavérico sobrevive entre migajas enviadas desde el otro lado del charco y otros que ni la pueden tener en sueños.
Claro que tienen que salir a pedir Comida y electricidad. No se les puede pedir más. La degradación moral es total y absoluta. Allá y aquí. Mientras… tenemos que seguir soportando a esos dirigentes cuyas panzas revientan los botones de la guayabera pidiendo más sacrificio sin siquiera soportar un apagón o una mesa vacía a la hora del almuerzo como el cubano de a pie.
Cuba duele. Y es más intenso el dolor cuando estamos todos metidos en un círculo vicioso que vuelve a empezar donde precisamente termina. Año tras año, año tras año.