Matanzas.- Mañana 18 de marzo se cumple el 101 aniversario de la Protesta de los Trece. También en esa fecha, un año atrás, decidí comenzar una protesta cívica mensual en el Parque de la Libertad de Matanzas, motivada por la situación de mi país y para honrar la actitud de aquellos intelectuales del pasado que no se limitaron a escribir, o describir, la realidad en que vivieron.
Fue una época en que a las personas que se implicaban en la vida política de la nación no se les decía «activistas», pues eran ciudadanas y ciudadanos cuya actitud tomaba el camino de la responsabilidad social y la denuncia con fines de transformación.
Cuando inicié este camino sabía que hallaría obstáculos e incomprensiones, sin embargo, no fue un acto irreflexivo sino absolutamente consciente, por eso los obstáculos han sido vencidos poco a poco. La manifestación pacífica es un derecho de cada persona en Cuba y hay que naturalizarlo y ejercerlo. Eso es lo que hago.
Lo que nunca pude imaginar es que la situación, que un año atrás me parecía terrible, pudiera derivar a casi un drama nacional. Nuestra Cuba y su maravilloso pueblo merecen un cambio. La clase política que «dirige», elitista y prepotente, vive en otra dimensión y por ello ha escogido un camino que nos conduce a la catástrofe.
La pobreza y el hambre asolan a enormes sectores sociales: jubilados, familias de bajos ingresos, que son mayoritarias; madres solas criando a sus hijos; gente que vive en regiones, barrios y poblados alejados de la capital y las cabeceras provinciales; presos políticos injustamente condenados pasando hambre en las cárceles.
Me avergüenza ver a las personas pidiendo ayuda porque no han podido comer, no solo ya ancianitos desvalidos, como seremos en unos años si esta situación no cambia, sino niños y jóvenes desnutridos.
Un año atrás, muchas personas podían hacer ya una sola comida al día, el pequeño pan que recibían consolaba el hambre una parte del tiempo. Hoy ni ese consuelo tienen… es criminal lo que ocurre.
Somos una hueste de personas excluidas, discriminadas política y socialmente. Eso nos confiere una identidad cívica. Vivimos en un país casi paralizado, donde la economía decrece por días mientras el discurso político ni menciona términos en otra época valorados, como el de «justicia social».
El grupo de poder aferrado «al estribo» nos desprecia y continúa pidiendo de nosotros obediencia y sacrificios. De ellos no hay nada que esperar. Si algo va a salvarnos no será un cambio de su parte sino de la nuestra. Cuba cambiará si NOSOTROS cambiamos, si tomamos en nuestras manos la responsabilidad por nuestro destino y el de nuestros hijos.
Recientemente tuvimos prueba de la fortaleza de nuestra voluntad colectiva: la pequeña Amanda, condenada a muerte por no actuación de las autoridades de Salud, ha sido operada y se recuperará. Cuba puede ser salvada igual que ella.
Nunca he deseado violencia para mi patria, soy una persona pacífica y eso jamás cambiará. Pero no me cruzaré de brazos ante esto. Soy una ciudadana cubana y participaré en la vida política nacional que es patrimonio de todos.
No existirá futuro si no se actúa en el presente. Los milagros no existen. Los hacemos nosotros. Somos habitantes de un país cuya historia muestra que nada es irreversible cuando decidimos participar. La esperanza es nuestra.
Estaré mañana, entre 3 y 4 de la tarde, en el lugar de siempre. Las demandas son las mismas:
1- Una Asamblea Nacional Constituyente elegida democráticamente para redactar una nueva constitución aplicable en todas sus partes.
2- Que el Estado no se desentienda de la crítica situación de ancianos, jubilados, pensionados y familias que están en pobreza extrema.
3- Libertad para los presos políticos sin exilio obligatorio.
4- Cese del hostigamiento a personas que ejercen su libertad de expresión.
Enfatizo siempre en que no soy miembro de ningún partido u organización política. No estoy convocando a nadie a seguirme porque creo firmemente que cada persona debe responsabilizarse por sus decisiones. Tampoco rechazo a los compatriotas que deseen acompañarme.