PROTESTA PACÍFICA DEL 17 DE MARZO, 2024

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Por Manuel García Verdecia ()
La Habana.- Este domingo muchos ciudadanos cubanos ejercieron el derecho que les confiere la Constitución de protestar pacíficamente contra las situaciones que los afectan. Así es como debe ser, con ecuanimidad pero con energía. La nota oficial habla de un «grupo» de ciudadanos. No, nada de un grupo. Fueron miles en distintos lugares del país, a pesar de la fuerte contención policial (recordemos que toda represión solo violenta las acciones), porque además la ardua coyuntura no se da solo en uno que otro sitio sino que golpea a todo el país.
Un acto así, de hecho, constituye un plebiscito para dar a conocer el estado de opinión sobre la administración de la nación. Fue bueno que algunas autoridades salieran a explicar y evitaran órdenes infaustas que llaman al enfrentamiento. Cuba es de todos y la solución debe estar en la interacción de todos. Los que peor padecen los rigores de la precaria situación material y las malas gestiones administrativas merecen la máxima atención y respeto pues son la base social y laboral que sostiene al país y a la que el Gobierno representa, tiene la obligación de servir y rendir cuentas.
Es fundamental no seguir resaltando como causa de estas protestas a «agentes» desde el exterior y al rigor del bloqueo. Las influencias externas existen, sí; el bloqueo dificulta, sí. Pero son nuestros propios errores, años de inadecuadas proyecciones económicas, de decisiones a contrapelo de la realidad, de una insuficiente interacción política solvente entre todos, lo que nos ha embarrancado en estas condiciones de desabastecimiento, carestía y frustración. El propio Presidente señaló públicamente hace un tiempo que tenemos leyes para el desarrollo de la pesca y la alimentación, sin embargo no tenemos ninguna de esas cosas. Eso nos convoca a un análisis amplio, crítico, antidogmático y participativo en la mejor voluntad de eliminar estructuras, prejuicios y trabas que obstaculicen la producción de alimentos, bienes y servicios. Sobre todo porque no son tres o cuatro años que vivimos así en penurias. Son muchos años y la vida es una sola e irrepetible.
Explicar causas y perspectivas es importante. Pero las explicaciones, que por lo general repiten argumentos ya conocidos por reiterados, no brindan alimentos, medicinas y bienes vitales. Es la actuación eficazmente fundamentada, generosa y desprejuiciadamente ejercida, mayoritariamente consensuada y constantemente monitoreada con la participación de todos los ciudadanos lo que puede enderezar nuestro rumbo hacia la prosperidad. Debemos renunciar a la idea de que emigrar sea la solución, porque esto lacera la sensibilidad del tejido social de la patria y, principalmente, empobrece el capital humano del país, su más rico recurso.
Ofende la sensibilidad y la voluntad de los cubanos que vivimos en la isla plantear que reaccionamos mecánicamente a las incitaciones externas. No, estas personas que exponen sus quejas son herederas de quienes combatieron el colonialismo español, derribaron la dictadura de Gerardo Machado, expulsaron al tirano Batista y han dado sus mejores esfuerzos y años por sostener la Revolución en busca de mejoras definitivas. Pero todo sacrificio tiene un límite impuesto por la propia finitud de la vida. Las personas están agobiadas, no pueden llevar una vida gozosa, libre de sobresaltos, escasez y preocupaciones constantes. Es necesario emprender ya un amplio proceso de discusión donde todos podamos pensar y proponer quiénes y cómo deben dirigir los asuntos del país para lograr una existencia digna y provechosa, respetando lo que hemos consignado en nuestra Constitución, el humanísimo apotegma martiano: Con todos y para el bien de todos.
No podemos postergar este deber con nosotros mismos y con nuestro destino.

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