Por Abel Tablada ()
La Habana.- Ayer por la tarde, después de varias semanas difíciles fuimos a la playita de 16, yo a nadar y mi mamá y mi esposo a relajarse y contemplar ese mar nuestro que es para mí el mayor regalo que tenemos los cubanos.
Y como arquitecto y porque vine con una persona mayor me pongo a pensar en las mejoras que pudiera tener esa porción de costa, de las más populares y entrañables de La Habana. Especialmente en la accesibilidad, no solo para personas ancianas, ni para personas en sillas de ruedas o limitaciones de movilidad, en realidad es necesario para todos pues es incómodo y hasta inseguro entrar al mar. Tampoco tiene suficiente mobiliario urbano para que las familias puedan pasar un mejor rato mientras no se bañan. Al diseño pensado para todos se le denomina diseño universal, y en eso estamos bastante atrasados en Cuba, no en el ámbito académico, pero sí en su aplicación.
Me pongo a pensar en todas las tesis y trabajos investigativos que realizan estudiantes de arquitectura, recién graduados y profesores. Existen propuestas muy interesantes para cada tramo de costa de La Habana, donde se integran conceptos y principios avanzados de diseño universal, sostenible y de valores paisajísticos.
Algunos pudieran ser demasiado futuristas e irreales para la crítica situación económica del país, pero otros proponen soluciones dentro de la escasez y limitaciones de recursos. Por ejemplo, una simple rampa con barandas a los lados no requeriría una gran cantidad de recursos y el beneficio sería inmenso. También podrían aumentar y mejorar los bancos y espacio para tomar el sol, algunas zonas con sombra para picnic en grupos o para evitar el sol del mediodía.
No hay que ser un gran arquitecto (aunque sí es necesario que tenga un título) para imaginarse y diseñar algo decente y funcional. Ya soñando un poco más, se podrían realizar conexiones entre el maleconcito de 12 y la playita de 16, y así por toda la costa que debería ser completamente accesible para los ciudadanos, independientemente de si hay o no casas dando a la costa. Respetando la propiedad de estas casas, una franja de costa debe pertenecer a todos.
Estas acciones beneficiarían a cientos de miles de residentes en los municipios del oeste y suroeste de la capital que necesitan lugares de esparcimiento en familia y actividad física, muy útiles para compensar tan pobre calidad de vida dentro de sus casas y trabajos, y teniendo en cuenta el estado de abandono de muchos círculos sociales y obreros en el municipio Playa. Serían también punto de atracción para turistas y generaría muchos ingresos. El turismo de hoteles fríos y cerrados y una ciudad destruida y muerta debajo no es atractivo ni rentable, más allá de que es moralmente inaceptable aunque existan aduladores de los poco atractivos y muy caros nuevos hoteles.
Pero después me pongo a pensar de que, además del bloqueo que limita transacciones y tiene en jaque a todo el país, también hace un enorme daño la falta de preparación de las autoridades a todos los niveles en temas urbanos, el poco reconocimiento de la importancia de los arquitectos y urbanistas en el desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida en un país, la muy posible falta de interés por realmente mejorar las condiciones de vida de sus electores locales, la falta de transparencia en cuanto a las inversiones que se realizan y sobretodo la escasa o nula participación de los electores y ciudadanos cubanos en determinar en qué invertir el dinero que se recauda por el turismo, por los impuestos, por las tiendas estatales, etc.
No existen mecanismos ni para que la población influya, ni para que las autoridades realmente rindan cuenta y se responsabilicen por lo mal hecho. Son dos elementos cruciales de la democracia que no son eficaces en el contexto cubano, independientemente de si hay uno, o en un futuro, dos o 10 partidos.
La confianza en el gobierno a nivel nacional y locales se ha ido resquebrajando hasta en sectores que usualmente eran afines y seguidores del partido debido a los repetidos errores en las políticas económicas, los fracasos tanto sociales como económicos de cada nuevo paquete de medidas, invento financiero, o recaudador de divisas.
A esta crisis palpable de legitimidad y credibilidad se suman escándalos de corrupción, que esta vez no es de un simple emprendedor que produce algo, o un carretonero que vende el tomate a sobreprecio, los cuales han sido acusados con lujo de detalles y sorna en algún programa de televisión en horario estelar que ahora se callan, cierran los ojos o endulzan lo realmente crítico de la situación. Los casos que se investigan ahora son del más alto nivel, y a falta de información, transparencia e inmediatez se comienza a presumir que no es un caso aislado y se teme que sea mucho más extendido y serio.
No es creíble que la seguridad del estado por una parte se preocupe por lo que piense y publique un profesor universitario, que acose y persiga diariamente a intelectuales de renombre, les imponga limitaciones de movimiento y no haya detectado hace tiempo casos graves de corrupción a los más altos niveles, que sí ponen al país en seria condición de inseguridad y descrédito.
Todo esto hace que el efecto real del bloqueo se vaya desvaneciendo aún cuando es causante real y muy importante de los desmanes del país. Ya casi nadie quiere oír hablar de bloqueo en estas condiciones, donde no se sabe bien en qué se emplea el dinero que se recauda, con apagones de 18 horas, con transporte pésimo y personas esperando horas bajo el sol en las paradas, farmacias donde ni se sabe cuándo llega un medicamento, hospitales funcionando milagrosamente con personal muy sacrificado, sin los insumos necesarios y ni un baño que funcione, una libreta de abastecimiento que mantiene a los bodegueros sin hacer nada durante 20 días al mes y dirigentes (algunos corruptos) pidiendo resistencia, dando puñetazos en la mesa y hablando en un idioma que suena a otro siglo.
La situación es casi insostenible, y aunque parezca una pequeñez, el caso de que hoy en día no se pueda realizar una simple inversión para mejorar el acceso a una de las ‘playas’ más populares de La Habana, después de que no se haya realizado una rehabilitación capital desde su inauguración a principios de los 80s (alrededor de 40 años), es un indicador preocupante, y tan simbólico como el derrumbe del trampolín escultural del Hotel Riviera, de cómo funciona este país, de cómo se gestionan los recursos, de cómo se deciden las inversiones, de la participacion popular, de la eficacia de los gobiernos municipales, de su independencia, del papel de la prensa oficialista, y de la posible corrupción moral y conflictos de intereses.
Vivimos en un apagón literal y virtual, en una trampa histórica entre un enemigo que castiga a toda Cuba por razones infundadas mientras le entrega billones de dólares a un ejército que asesina a 30 mil palestinos y un partido que se autodenomina comunista, posicionándose por encima de la Constitución y todo un pueblo, y distanciándose cada vez más de algunos principios claves por los que el pueblo durante tanto tiempo luchó, la libertad, la justicia, la democracia, la equidad y prosperidad.
Solo el pueblo, una ciudadanía más madura, haciendo uso de sus derechos constitucionales, expresándose, proponiendo, dejando la doble moral al lado y el miedo, sin el uso de la violencia o el vandalismo, subiendo una rampa, pero mucho más empinada que para salir del mar, podrá cambiar todo lo que ya hace rato tuvo que ser cambiado. Mientras más demore ese cambio más vulnerable será el país a una intervención estadounidense, a una desestabilización, a la violencia civil, a un ahogo total y debacle como triste final de esta era.