Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- Al principio de mi vida no sabía darlas, pero mi madre -ante cada favor que me hacían o por un cumplido que alguien me otorgaba – me preguntaba: “¿Qué se dice?” Y yo respondía: “¡Oh, sí, muchas gracias!”.
Acepté , puse en práctica y me acostumbré a dar las gracias hasta por el más mínimo detalle.
Tanto es así que muchísimas veces hasta doy las gracias innecesariamente.
En la casa de cambios de cheques donde laboraba llegaba un cliente y me pedía: “¿Me puedes dar cambio para un dólar?” Lo complacía, le hacía el favor y después le decía: “Muchas gracias”.
Esa es una de las buenas costumbres que se van perdiendo con el paso de los años.
Y estos recuerdos quizás desemboquen en una autocrítica porque me siento culpable de no dar constantemente las gracias por sus lecturas y por sus comentarios y créanme que les estoy profundamente agradecido por el trabajo y el tiempo que me dedican.
Ante cada demostración de complacencia de cada uno de ustedes siempre escucho a Ana María desde el lugar privilegiado en que se encuentra diciéndome: “¿Qué se dice Esteban de Jesús?”. Y hoy les digo: Muchas gracias, respetados lectores…
Hasta les doy las gracias a las ciberclarias que me honran con sus virulentos ataques porque me demuestran que les mortifican mis verdades y me brindan en bandeja de moho la oportunidad de bloquearlos y matarlos en vida.