BARACUTEY

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Por Gretell Lobelle ()
Matanzas.- Finalmente fui a ver el Baracutey, puesta de El Portazo Teatral. Me encantó, a pesar que me quedé con la sensación que debo volver a verla. Sé que perdí muchísimos detalles, simbolismo a mares, diálogos, metáforas en recreación de un espacio identitario y variopinto que es el solar, trasuntado en la propia Cuba llena de máscaras y dobleces, individuos acodados en una utopía, fantasía en sueños y discursos de sociedad plural atravesada por el rechazo solapado a lo marginal, a lo diferente. Recreación del acomodo en décadas estériles y vidas entregadas para finales insípidos.
Sin rozar el cliché de lo identitario, hay actuaciones que te dejan sin aire, desde los veteranos del Portazo, como Triana, hasta los nuevos como Chaldrian. Una tiene la sensación de más pero es lo que pasa cuando algo gusta, te saca de tu zona de confort o te regresa. Te regresa y entrega a esa zona donde se diluyen cánones y etiquetas.
Hacia rato no veía teatro de adultos y agradecí coger en sus finales (el día antes) de cierre de temporada al Baracutey. Me sedujo el Biscuit y la libertad que se experimenta. Hay sitios donde se entra sin máscaras, donde se apagan los días, los de mierda. Abrazar y entregarse al arte de gente que se cree lo que hace, se lo disfruta, se agradece, se agradece mucho.
Apreciė desde mi simple mirada de espectadora una pieza que se la han trabajado con tanta seriedad y me la gocė muchísimo. Reí y sufrí. Gracias Williams Quintana Torres, a tus muchachxs, mucha mierda. ¡Hay que seguir remando!

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