Por Manuel Viera
La Habana.- Con la detención y el escándalo del ex ministro de Economía, Alejandro Gil, se ha destapado un problema del que un buen número de cubanos venimos alertando desde hace años. En mi caso, desde hace más de tres años. El problema es muy notable fuera de la capital donde todo es más cerrado y el control local permite tenerlo todo «arreglado». La mayor autonomía municipal, los requerimientos de aprobación, la posibilidad de arrendar medios de transporte y locales estatales, así como de revender productos nacionales en negocios privados a precios desregulados, ha creado el negocio perfecto para aquellos que ostentan en alguna medida, poder.
Si hoy tú eres gobernador en un municipio, tú mismo puedes arrendarte el local que desees, el medio de transporte pesado que te guste, aprobarte tu Mipyme, desviar y venderte a ti mismo los productos que lleguen a comercio o gastronomía del municipio y luego revenderlos en tu negocio al precio que te guste.
Es como si hubiesen descubierto el agua tibia ahora mismo. Conocemos de localidades donde los decisores han arrendado a familiares o testaferros los mejores locales del lugar , la piscina del pueblo, por ejemplo, o el ranchón y luego venden allí desde el pollo o la claria que debería ofertarse en el restaurante o el mercado ideal hasta los cigarros y refrescos. Si hoy se investigara bien este asunto, el ex ministro Gil podría llegar a parecer un bebé de la corrupción al lado de lo que aún existe. Solo hay que viajar por Cuba y conversar con su gente para darse cuenta de lo que está pasando. Poco a poco se conforman especies de clanes locales donde destacan personas que ostentan cargos, sus vidas florecen, sus familiares viajan, compran autos, se construyen casas, siguen arrendando más locales, creando nuevos negocios y todo ante la vista del cubano humilde. No es algo nuevo y es casi inevitable al apelar solo al «hombre nuevo» y a la consciencia revolucionaria de los cuadros.. Esa que ha demostrado más de una vez que por más códigos que firmen y más discursos que pronuncien, no basta para evitar que roben al pueblo. Y eso, quienes tendrían que saberlo, lo saben muy bien