Por Aruro Mesa
Atlanta.- Elon Musk es un tipo sabroso. Le prometió al mundo llegar a producir autos eléctricos y ponerlos a la venta por unos 25 mil dólares. Hoy, cerca de un uno por ciento de los autos vendidos en el mundo ya son eléctricos.
La idea, aunque no deja de ser tremendo bisne, contribuye también a impulsar la energía limpia, por lo que ha recibido gran aceptación.
Pero en esta historia hay otros tipos sabrosos: Para que Musk produzca su famoso Tesla de cero contaminación y buen precio, el hombre necesita de accesos a componentes indispensable que no abundan en la naturaleza y que le otorgan mucha más autonomía a las baterías del vehículo, el punto álgido del asunto.
Uno de ellos -y quizás el más importante- es el níquel. Rusia es un gran productor del mineral, pero por esta época muy poca gente quiere negociar con ellos. China es otro, lo que sus leyes son poco atractivas para los que hemos nacido del puente de Estambul para acá.
Sin embargo, el mayor productor es Indonesia, que, ostentando igualmente un gobierno sabroso, impuso leyes para que se produzca el mineral allí y de esa forma desarrollar el país con inversiones y exportaciones a bases de empresas locales. Nada de exportadera a lo loco y mucho menos de Estambul para acá.
No es por dar ideas, porque al final a uno lo han catalogado de disidente que “intenta revertir el orden político imperante en la isla”, pero quieren que les diga quién tiene la quinta reserva más grande de níquel del mundo, o quieren que les comente quién es el noveno mayor productor a nivel global? Imagino que en este caso, también el bloqueo…