GIL, EL PAN, LOS APAGONES

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEGIL, EL PAN, LOS APAGONES

Por Jorge Sotero
La Habana.- Cualquiera diría que lo de Alejandro Gil fue premeditado, que la diabólica maquinaria de propaganda castrista lo sacó a escena para desviar la atención de la crisis, mucho más profunda que la de hace un mes, dos, o que en el famoso Período Especial, como llamaron a aquellos años funestos de principios de los 90.
Cualquiera puede pensar que lo de Gil le viene como anillo al dedo al sistema. Y si lo piensan, no andan lejos, porque al castrismo no le importa mucho perder a uno de sus allegados, como no le importa a un general perder en una batalla a un soldado o a 20. El objetivo es otro: encuentran una razón para justificar sus desmanes. Ahora pagará Gil.
Los apagones van a más. Hay lugares donde han pasado 12 horas sin electricidad. Un amigo me escribió esta madrugada para decirme que se había despertado a las 3:30 de la madrugada para coger agua, lavar y cocinar los alimentos de sus niños, porque era la única forma y tenían miedo de que se volviera a ir la corriente al amanecer.
Así viven los cubanos hoy. Ahora los apagones le robaron el protagonismo a la escasez de leche para los niños (y para todos), a la falta de arroz, a la carestía total de la vida. Y lo de Gil pugna en protagonismo con la falta de corriente, de alimentos, de transporte, y de cuanto Dios crió, como decía el viejo Juan Sotero, mi abuelo paterno, quien solo le pedía al Creador no irse de este mundo antes de ver la caída del castrismo.
Ahora habrá culebrón Gil. No esperen que al otrora hombre de confianza de Díaz-Canel lo van a enjuiciar en dos semanas. Nada de eso. Le darán a la opinión pública, manipulada por cierto, un poco de información cada semana, para tenerlos al tanto, atentos, como si el caso Gil fuera a resolver de una vez los problemas que ni el mismo pudo resolver en sus tiempos de ministro omnipotente. Funciona así.
Lo de Gil servirá como cortina de humo, pero, mientras, las Fuerzas Armadas orientaron a sus oficiales, de cualquier graduación, tener palos en sus casas para enfrentar cualquier conato de manifestación. La orden es juntarse y resolver, madero mediante, los intentos de salir a la calle de cualquier grupo contra la tiranía. En algunas unidades, los palos se los entregaron, pero no le dieron armas, porque la cúpula castrista tiene miedo de que algunos militares, con armas, se pongan del lado del pueblo.
De hecho, tengo un vecino teniente coronel, que ya reiteró que con él no cuenten para darle un palo a nadie ni para salir a reprimir. Lo dijo en la entrada del pasillo de mi casa hace unos días, cuando un vecino le preguntó. Y también dijo que el llamado Caso Gil es una cortina de humo más del gobierno, por más que el otrora artífice de las reformas económicas le haya metido las manos a las arcas castristas, aunque no más de lo que las meten otros por encima de él.
Lo cierto es que la Cuba de los Castro está en problemas. Mientras el viejo general de cuatro estrellas, languidece en su mansión de La Rinconada, con alguna escapada a congresos y a recibir visitantes ilustres, cual si fuera el presidente en ejercicio, el país se muere, pero ya no lentamente. Ahora lo hace a pasos agigantados, con una velocidad inusitada, y solo ellos no se dan cuenta.
De hecho, en estos días mandaron a Esteban Lazo a Sancti Spíritus para que le diera un poco de cariño a una población que sufre los apagones, mientras el octogenario dirigente y su séquito numeroso duermen en una casa de visita con una planta eléctrica encendida toda la noche, desayunan con pan, huevos, yogurt, leche y frutas, cosas que no están al alcance de los cubanos desde hace mucho tiempo.
Gil, dirán, es el culpable, por haberse robado unos millones -según las bolas que han corrido-, de la falta de leche para los niños, de que la producción agrícola esté cada vez más deprimida, de que no haya carne, ni arroz, ni petróleo para el transporte o las termoeléctricas. Pero, eso sí, nunca podrán echarle a Gil la culpa de la represión, del éxodo, de los desmanes todos de un gobierno servil a un apellido y a una familia.
Lo que hagan con Gil no me interesa. Es problema de ellos. Y si él se lo buscó, por prestarse para el juego, que pague. No seré yo quien lo crea víctima. Mi preocupación es Cuba, la vida de millones de cubanos amenazados con una hambruna peor que la generada por Weyler y su reconcentración cuando la última guerra contra España.
Esa, y la libertad definitiva de Cuba, son mis preocupaciones. Lo de Gil es secundario, una cortina de humo más del castrismo.

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