LA EDAD DE ORO

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Por Esteban Fernández Roig
Miami.- Lo más bello de la niñez es la inocencia, pase lo que pase, desde lo más sencillo hasta lo más grave, los niños van a lo suyo: a jugar.
No había un solo muchachito en el barrio que en determinado momento no tocara a mi puerta y dijera: “Ana María ¿Estebita puede jugar?”
Lo único importante era corretear rodeado de muchachos por mi portal, por mi acera, por mi barrio, por mi parquecito Martí. Todo lo demás era secundario.
Mi madre, un día, muy triste me dijo : “Esteban de Jesús quiero informarte que anoche falleció nuestro vecino el anciano Gustavo O’Halloran”…
Mi dolor duró cinco minutos. Derramé una solitaria lágrima sin soltar de mis manos la gloriosa quimbumbia, y al ratico estaba en la calle Soparda jugando con Albertico y Emilio Garcés, con el guajiro Pedro Enríquez, con Oscarín Castro, con Roberto “el pinto”…
Vivíamos ajenos a la política: Mi familia Auténtica, tíos del alcalde del PRC(A) Jaime Quintero, y yo brincaba la baranda de la casa de Pinillos, e inmediatamente estaba retozando con Gerardito y Juan Carlos los sobrinos del alcalde batistiano Rafael Morales Rafael Febles. Mientras en el Residencial Mayabeque me subía al muro del patio y hablaba con los hijos del alcalde Arcelio Tagle.
Un velorio en la esquina y nosotros jugando a los escondidos; toda discusión y broncas entre Almendaristas y Habanistas terminaba empinando unas chiringas en Leguina o en la Serpentia de Fraga.
Nuestro único deber era tratar de sacar buenas calificaciones en los colegios, y hasta las malas notas las olvidábamos entretenidos con las bolas, las pelotas de cajetillas de cigarrillos Partagás y jugando a la viola o los trompos con Simón y Manolo Amich, con mi primo Carlos Manuel Gómez, y con el chino Fito.
Y mi padre acongojado un 10 de Marzo me despertó y me dijo: “Estebita, Fulgencio Batista acaba de dar un golpe de Estado”…
Me tiré de la cama, me puse mi mascotín de primera base, salí para la desierta calle, y a las siete de la mañana estaba tocando a la puerta de mi amiguito Milton Sori.
Su mamá, Lola Marín, me recibió y me dijo: “¿Qué tú quieres, Estebita?” “Jugar con Milton”, “Tú estás loco, muchacho, ese vago no se levanta hasta las 10 de la mañana”…

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