CUBA Z (CON LA BASURA DE LOS OTROS)

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFECUBA Z (CON LA BASURA DE LOS OTROS)

Por René Fidel González ()

Santiago de Cuba.- Hace poco un amigo me saludó con una expresión que me estrujó quizás por el tono que usó, quizás por la tristeza que sentí en su mirada: «¡buscando comida!», me dijo al mismo tiempo de un fugaz apretón de manos. Fue un día extraño, tuve la premonición de verle viejo y vencido en unos pocos años.

Hoy lo he recordado viendo una mujer aún joven haciendo lo mismo, lo que unos niveles más abajo y oscuro de lo que él y muchos de nosotros lo hacemos.

Yo fui niño en una sociedad en que ver esto era un imposible, y en la que la dignidad, por sencilla que fuera, era el grado cero de la civilización cotidiana.

Dos veces he compartido aquí fotos similares, de cubanos comiendo en los basureros.
La primera fue a la caída de una tarde, éstas, las últimas, al despertar de la ciudad de Santiago de Cuba.

No lo haré más, pero no por complacer a los que se enojan porque se comparta en redes sociales el dolor que ya compartimos muchos en Cuba, sino porque no es honesto, ni serio, ni mucho menos honorable lamentarnos de algo cuando sabemos por qué se produce delante de nuestros ojos esto que inobjetablemente es una parte abismal de nuestra derrota; cuando sabemos quiénes son los responsables.

Los recorridos de los funcionarios públicos cubanos deberían empezar por los basureros, porque en ellos están los cubanos de la Cuba Z que no aparecen en las noticias: sus hijos, sus padres, su ausencia de esperanza. Pero a la Cuba A ya no le importa la Cuba Z, sus hombres y mujeres, su suerte. Vulnerables les llama y es obvio el porqué.

El éxito de la gestión de cualquier Gobierno se mide de acuerdo a un indicador de la vergüenza que quizás a muchos les parezca molesto u obsoleto: los ciudadanos no pueden alimentarse de la basura de los otros.

Esta parte de nuestra derrota contiene, sin embargo, el punto cero del plan de gobierno que los excluidos debemos presentar a los excluidos, del que deberemos rendir cuentas luego ante ellos, si es que no hemos perdido ya para entonces – como estos – la vergüenza.

Puede que sea que la realidad, como sugiere lo escrito en la pared, les muerde a ellos, también a nosotros.

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