LIZANDRA GÓNGORA Y EL PRESIDIO POLÍTICO EN CUBA

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFELIZANDRA GÓNGORA Y EL PRESIDIO POLÍTICO EN CUBA

Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Aquellos testimonios de Martí en «El Presidio Político en Cuba» me sacuden siempre, sobre todo cuando leo historias como las de Lizandra Góngora, una madre de cinco hijos a quien condenaron a 14 años por haber lanzado, supuestamente, una piedra, cuando los sucesos del 11 de julio de 2021.
Me acuerdo de Lino Figueredo, el niño de 12 años al que Martí conoció y que no sabía por qué estaba preso. Al que desangraron la viruela y las canteras. O al anciano Juan de Dios, del que dice el más grande de todos los cubanos que tenía 100 años y maltrataban. Y cuando leo lo de Lizandra Góngora, me acuerdo de ellos, y de Martí.
Lisandra, según el expediente que armó la Seguridad del Estado, por orientación expresa del Partido Comunista, rompió con una sola piedra, dos cristales en dos tiendas distintas en Guira de Melena. Pero les voy a dejar que sea Luis Rodríguez Pérez quien se lo cuente, como hizo desde su muro de Facebook.
A Lizandra no la defendió nadie. Los fiscales y los jueces se ensañaron, como pasa siempre en Cuba, donde las personas no tienen derechos y se hace con ellas lo que decida el gobierno a través de sus instrumentos. A veces los condenan para dar lecciones, sin culpa alguna, para cortar de un tajo la posibilidad de un liderazgo.
Así lo cuenta Luis:
«Yo, quiero que te detengas, que pares lo que estás haciendo, que medites: ¡14 años de privación de libertad!
«¿Es en serio?
«Fui a Guira de Melena. Fui hasta las dos tiendas (las únicas que existen allí en dólares, en divisas). A ambas tiendas las separan tres o cuatro cuadras de distancia. No más».
-¿Cuánto debe, Lizandra Góngora, por el delito de lanzar una piedra? -pregunté.
-116 pesos con 40 centavos -me respondieron.
-Toma. Aquí está su dinero.
Fui hasta la otra tienda:
-¿Cuánto debe, Lizandra Góngora, por el delito de lanzar la misma piedra.
-Mil 116 pesos con 40 -me respondieron.
– Toma. Aquí tiene su dinero.
«Y cuando pagaba, yo, serio, con el alma aún más seria, miraba los cristales de las dos tiendas.
«Aquí, nunca se rompió ningún cristal -me decía la gente del pueblo, me decían las tenderas- Además, ¿cómo se podrían romper esos cristales, estando tan lejos ambas tiendas, y con la misma piedra?
«No sé por qué, me detuve en medio del salón de una de aquellas tiendas. Estaba serio, y con el alma aún más seria. No sé por qué, aunque sí lo sé: una muchacha que allí compraba, aplaudió. Después, aplaudió otra persona. De pronto, todos aplaudieron. Alguien, me puso la mano en el hombro, y por el apretón supe, que era de apoyo, no de consuelo.
«Me sumé a los aplausos, yo, muy serio.
«Un abrazo grande, Lizi. Tú, tranquila. Cuídate mucho. Trata de reír, allá, a lo lejos ¡Donde te encerraron lejos! Trata de vivir, hermanita. Sobrevive. Que por ti, hay mucha gente que está seria; por ti, se aplaudió; por ti, se pelea en serio».

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