ESCULTURA DE MUJER MADRILEÑA

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Por Gustavo Borges ()

México DF.- Las etéreas suelen vulnerarme. Eso explica que hace hoy 20 años te hayas presentado con la seguridad de quien posee información protegida por códigos y hayas alterado mi pulso basal.
Los primeros seis años con tres meses obedecí tu propuesta de querernos sin contratos ni ataduras, casi escondidos, pero te cansaste y el 1 de junio de 2010 celebraste mis 12 años en México con una fiesta para mostrarnos en público tomados de la mano.
Mujer madrileña, no es creíble, pero tanto tiempo después sigo sin saber tu nombre como en aquel año bisiesto, cuando me dijiste: «Sólo te diré que empieza con efe la primera letra de fiel». ¿Fabiana, Fernanda, Fina, Flor…? Al principio jugaba a adivinar: ¿Flora, Frida, Fiona?
Con el paso del tiempo empezó a darme igual porque tu primera letra grité en nuestros disgustos, y con ella te llamé en nuestras reconciliaciones. Después se hizo costumbre empezar a escribir con F nuestras mejores historias.
Una vez tu primo se hizo el gracioso y en una reunión familiar aseguró que por haber nacido en el comunismo cubano, yo no necesitaba mucho dinero. Años más tarde tu tío viejo me llamó sudaca y, convencido de que México está al norte de Paraguay intentó ofenderme: «ustedes los sudamericanos siguen con taparrabos».
Fueron dos hechos desechables ante el amor de la mayoría de tus parientes que me cobijaron del frío, me llevaron a la Gran Vía, a la Cibeles, corrieron a mi lado en el Parque del Retiro y me presentaron el amarillo de las genistas en un viaje entre Torrejón de Ardoz, pueblo de Jesús más que Belén, y Salamanca.
Nuestro cuento empezó aquel bisiesto, cuando al almeriense hijo de mi padre le llamó la atención que tú y yo tuviéramos tantas cosas en común. Por separado nos invitó al mismo baile y allí nos presentó con la pretendida idea de que asistíamos a un encuentro era casual.
Reviso nuestro álbum de fotos. Aparece un tipo manso y una mujer de mar y de sol en Cartagena, un año después una colchonera obsesionada con Luis Eduardo Aute nos abraza en Copacabana y en el 2010 un mulato dominicano con su amigo puertorriqueño hacen coro con nosotros en Mayagüez para cantarle a una tal Carmela.
En Londres lloramos juntos por la resurrección de la virgen María; en Santiago de Chile nos sentimos parte de una tragedia shakespereana al aparecer Julieta con mal de amores. Nos llevó a Isla Negra y nos retratamos en los mejores lugares de la casa, entre ellos el sitio donde está el cartel de «Prohibido tomar fotos».
Me encantó que buscaras las huellas de Heredia en el Niágara y que meses después fueras la mejor de las chicas de Ipanema en nuestro regreso a Brasil. El verano pasado fue cómico tomarnos la Presidente más fría de Santo Domingo en el bar de Sabina.
Mujer española, ojalá te llames Farah, que significa alegría.
Hoy le robaré un poco de arcilla de tus peores críticos, entre ellos la gringa, la francesa, la inglesa y la alemana, interesadas en hacerte competencia; uniré esa sustancia con la arena de quienes te adoran y con agua mineral haré una escultura de la palma de tu mano, que con las uñas sin pintar, sostendrá tu nombre de una sola letra.

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