Por Ulises Toirac
La Habana.- ¡Ese hombre es una bellísima persona! -dijo Juana señalando a Chivichana en plena grabación cuando el guión decía justamente lo contrario.
Pocas veces me he quedado sin saber qué decir en un escenario. Creo que esa fue la más memorable porque ya yo sabía que de ahí en lo adelante ese capítulo de «¿Jura…?» iba a ser absolutamente insólito e impronosticable. Y fue uno de los más divertidos finalmente porque la presencia sola de Juana era todo un espectáculo.
Comenzando casi mi carrera, en un espectáculo humorístico-musical en el que trabajamos ella, el inolvidable Octavio Rodríguez «Churrisco» y yo, junto a varias orquestas, una de ellas le hizo una jugarreta y la vi en pleno show quitarse la peluca y tirársela al Director de la agrupación musical.
Fui testigo de su «¡La gente de la mafia!» a un balcón lleno de dirigentes.
Juana era un dado al aire. Una ruleta con impulso. Con una personalidad arrolladora y sabedora de momentos y palabras. Era de una locura especial o una imaginación desbordante. Fiesta absoluta y total. Genio a lo Quijote.
Le debo adrenalina y temores y carcajadas desde mis calcañales. Le debo varias anécdotas a esa señora inigualable. Rítmica, sabrosa bailadora, presencia imantada.
En el paraíso deben estar bailando y riendo y preguntándose si lo que dice, lo dice en serio, o se está burlando de todos ellos.