CENSURA Y TERRORISMO

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Por Manuel García verdecia ()

La Habana.- Cuando el fanatismo y la censura se juntan ocurren monstruosidades. El fanatismo es una irracional pasión hacia algún credo o idea que no se detiene ante razonamientos fundamentados sino que opera contra todo sentido por tal de hacer prevalecer su postura.

La censura, por su parte, es un acto de objetar alguna manifestación o publicación por algún motivo de orden religioso o político, básicamente, lo cual impide la libre circulación de ideas así como su dinámica de evolución. El fanatismo petrifica la necesaria actualización y diversificación del pensamiento y la censura cierra las puertas a la espontánea circulación, intercambio y síntesis de ideas, por lo que ambos son impedimentos al lógico desarrollo de la vida intelectual de los individuos y la sociedad.

Este vínculo irracional para anular una obra no deseada por algún grupo de poder se ha ejercido casi permanentemente en distintos periodos como durante los años de Inquisición, el fascismo, el estalinismo y otras etapas dictatoriales. Y lo peor no ha sido únicamente la destrucción de obras artísticas y literarias sino la muerte de sus autores.

Un caso muy difundido ha sido el del autor indo-inglés Salman Rushdie a raíz de la publicación de su novela ‟Los versos satánicos”, en 1988. Esta obra de ficción, habla de unos posibles versos que Mahoma recibiría del arcángel Gabriel para justificar la adoración de ciertas deidades. La obra fue considerada blasfema y el ayatolá Jomeini, líder religioso de Irán, en 1989 promulgó un edicto que instaba a la ejecución del autor.

Miles de musulmanes por todo el orbe quemaron libros, en trece países se prohibió su circulación, se bombardearon bibliotecas en Berkeley, Londres y Australia, cinco personas resultaron muertas en un Centro de Información en Islamabad, el traductor al japonés fue asesinado, el traductor al italiano apuñalado y el que la llevara al noruego recibió tres balazos.

El autor vivió once años escondido, pero cuando iba a dar una conferencia en Chautauqua, Nueva York, en 2022, fue apuñalado con alto riesgo para su vida. El novelista ha considerado esta reacción como absurda señalando: ‟¡Qué forma más rara de ver el mundo!”

La anécdota, contada por la novelista Irene Vallejo en su libro de ensayos ‟El infinito en un junco”, una apasionante historia sobre el libro y la lectura, la lleva a concluir con absoluto fundamento: ‟En realidad, pasando revista a la historia universal de la destrucción de los libros, se observa que la forma rara de ver el mundo… es más bien la libertad de expresión.

La palabra escrita ha sido tenazmente perseguida a lo largo de los siglos, y son más bien extraños los tiempos de paz en los cuales las librerías solo tienen visitantes tranquilos, que no enarbolan estandartes, ni agitan dedos fiscalizadores, ni rompen escaparates, ni encienden hogueras, ni se abandonan a la atávica pasión de prohibir.”

Tengámoslo presente, debemos cuidarnos de los que no aceptan otras perspectivas de las cosas y se creen en posesión de una verdad única y absoluta. Estos casi siempre devienen verdugos.

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