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Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Entender el rendimiento actual de la exclusión política en materia de calidad del liderazgo político y de los servidores públicos precisa analizar nombramientos partidistas en el Oriente de Cuba y no el relevo de Ministros.
La política de cuadros es subsidiaria de la exclusión y por esto mismo su máximo grado de eficiencia como sistema es siempre una correlación inversa del talento, autenticidad y diversidad que excluye, desperdicia y destruye.
En este sentido la exclusión política es una reacción en cadena que va del poder a la mediocridad política de las instituciones, de las formas de socialización y experiencia política de los individuos y de la sociedad en su conjunto.
La clave del agotamiento de un modelo de este tipo puede encontrarse en que individuos dependientes, racionalmente obedientes y leales, subordinados o muy a menudo mediocres y sin las competencias, vocación y valores intrínsecos para el servicio público, el liderazgo, la dirección y la representación política, adquieren sin embargo la experiencia, la capacidad de concentración, dedicación, organización, administración y comprensión de la complejidad del funcionamiento de la sociedad de la que son privados -y en consecuencia carecen- los que resultan excluidos.
Cualquier sociedad que experimente procesos de este tipo durante demasiado tiempo, incluso más si el momento óptimo de funcionamiento de los modelos que los soportan se prolonga como una forma estable de decadencia, paga un peaje muy alto que inevitablemente se traduce en el retroceso de la cultura, las prácticas y el legado de aquello que la define también como civilización: la política.

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