EL CAFÉ DE LOS AGRADECIDOS

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Por Irán Capote

Pinar del Río.- Ayer un hombre me dijo que yo era una lacra social por hacer un post sobre el café de la bodega.
Ayer un hombre que dice ser “un agradecido”, me dijo que el imperio me paga cinco dólares para que yo hable solamente de las manchas del sol. (Al menos reconoció que el café es una mancha prieta del tamaño del hueco de la capa de ozono)

Y luego me hizo la pregunta que ha cambiado mi vida para siempre: “¿Qué has hecho tú para que el café tenga calidad?” (Yo, ni químico, ni empresario ni cafetalero). Pero su pregunta estaba buena.

Siempre he tenido esa cosa morbosa con los laboratorios. Me puse los guantes de látex. Y monté un laboratorio en casa. Durante la tarde busqué las materias primas de mi experimento. Y aprovecho el post para agradecer a todos mis vecinos. Me dieron un poquito de café La llave, otro poquito de café Bustelo, otro poquito de Turquino, dos deditos de Aroma, un gorro de cafetera de Café puro criollo.

Un ingeniero devenido en camarero, instaló un sistema hidráulico a la cafetera y también un sistema de presión especial que permitía, en caso de explosiones, que la borra no llegara al techo, idea que me horrorizaba.

Con sumo cuidado y siguiendo estrictamente el protocolo de seguridad fui mezclando los compuestos químicos de diferentes países en un mismo recipiente esterilizado. Y mezclando con cuchara de madera hasta crear una mezcla carmelita oscura. Luego agregué completo el paquete de HOLA, y la mezcla oscura tornóse carmelita claro (como si tuviera elementos de cloro, observé). Mezclé durante diez minutos.

Y activé el sistema hidráulico con el sistema de presión de la cafetera. Salí de la casa, también como norma de seguridad.

A los tres minutos, el chiflido parecía terminar en explosión. Pero se calmó. Entré, apagué el aparataje. Y serví el líquido negro con poco azúcar.

El resultado está aceptable. No sabe a La llave, ni a Bustelo, ni a Turquino, ni a Aroma ni a Criollo, pero tampoco sobresalen los compuestos nocivos de HOLA.

Es café, raro, pero mío. Eso lo tengo claro. Las vecinas concuerdan conmigo en eso.

Es café. Y es “mi café”. Lo he bautizado como “Café Frankenstein”. !Chúpate esa, señor agradecido!

Ya tengo mi propia marca de café. El lunes voy corriendo a patentarlo y comenzar cuanto antes la construcción de mi propia fábrica.

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