Por Jorge Sotero
La Habana.- Yo no soy pájaro de mal agüero, como intentan hacer creer algunos. Solo tengo los pies en la tierra y antes de lanzarme a dar alguna opinión, me estudio bien las situaciones. Y ya lo hice con el tema ruso y aquella alegría desbordada que había entre las autoridades cubanas y una parte del pueblo cuando comenzaron a tejerse historias de inversiones rusas en Cuba y otras cosas.
Los cubanos estamos adaptados a que nos vendan cualquier cosa desde la cúpula gobernante y allá vamos, como ciegos, a creernos todo. Y como el gobierno no tiene nada que vender, entonces apuesta a la ilusión de las personas, para que piensen que todo va a estar bien en unos días, unos meses, unos años, en el otro siglo o en otra vida. Es la costumbre: son maestros ilusionistas, pero la realidad es muy distinta.
Volvamos a Rusia. durante muchos meses, desde antes de mediados de 2023, llegaron a La Habana numerosas personalidades de Moscú. Se entrevistaron con parte de la cúpula gobernante, alguno de ellos, incluso, con Raúl Castro, quien salió de su ostracismo para estrechar la mano de algún supuesto compañero de causa.
Ambos gobiernos firmaron documentos, protocolos para la importación a Cuba de productos del agro, fertilizantes. Desde los medios y en reuniones se habló -para que lo filtraran a la población- que empresas rusas producirían huevos en Cuba, y tal vez pollo y que se involucrarían en no sé cuántas cosas más, incluso que se abrirían mercados con productos rusos en la capital cubana y en las provincias.
Siempre supe que era falso y lo dije. Siempre supe que era humo y alerté. Los más crédulos -del gobierno, no de mí- me dijeron que yo nunca confiaba en nada, que mi odio visceral a la dictadura me convertía en un incrédulo irracional, pero solo les dije que dejaran pasar el tiempo, que este terminaría por poner todo en su lugar. Y así fue.
Ahora mismo, más allá de alguna inversión rusa en la Antillana de Acero, los empresarios de Moscú no han llegado a Cuba. No hay ni habrá una granja para producir huevos en ninguna parte, y mucho menos para ganado o pollo, o para plantar algo. No lo hay, porque lo que menos necesitan los rusos son lugares y tierras, porque eso a ellos le sobra. El país más grande del mundo, aunque una parte se congele en invierno, tiene tanto terreno que puede destinar todo el que quiera a esas labores, y energía para calentar, aunque sea en temporadas de temperaturas crudas bajo cero, no le faltará jamás.
Yo decía eso. No soy adivino ni estudioso a profundidad del tema ruso, pero conozco a los cubanos, porque he sido parte, por 51 años, del experimento al que nos han sometido los castro. Y desde esa óptica, puedo verter opiniones con cierta lógica, o con mucha lógica.
Yo solo haré un par de preguntas a los ciegos, a quienes creen todo lo que dicen Canel, Marrero o Raúl Castro y sus voceros: ¿Cómo podrían los rusos recuperar el dinero de sus inversiones en Cuba? ¿Qué sentido tiene abrir un mercado para vender en una moneda que no sirve en el mundo? Si venden en dólares me calló, pero sería dolarizar al país.
Pero si no creen en mí, lean estas argumentaciones de Víctor Koronelli, embajador de Moscú en La Habana, ofrecidas recientemente al canal ruso Rusia Today, en las que aclaraba que hubo un crédito de 100 millones de dólares para la Antillana de Acero, y agregaba que los únicos sectores en los que podría haber cooperación serían la industria y la agricultura, pero dejaba una frase lapidaria: «Hay muchos proyectos conjuntos para realizar. Los empresarios siguen trabajando, pero hay que tener en cuenta que cualquier proyecto es factible y tiene perspectivas cuando es interesante para ambas partes».
Esa frase de Koronelli lo dice todo: cualquier proyecto es factible cuando es interesante para ambas partes. Y los rusos no tienen interés ninguno en Cuba, un país en crisis con una población envejecida y en huida constante, con un gobierno enquistado, soberbio, ineficiente y sin poder de decisión alguna, porque los temas trascendentales los toma, desde su retiro placentero de La Rinconada, el nonagenario Raúl Castro, aún dueño absoluto de los destinos del país.
Los rusos tendrían interés en producir azúcar en Cuba. Pero igual me suena a quimérico, puro sueño de una noche de verano, porque representa inversiones enormes para echar a andar nuevos ingenios, o enrolarse en los actuales, que se caen a pedazos. Y Cuba está enrolada en su peor zafra en más de 125 años, algo así como que desde tiempos de la guerra con España no estaba tan deprimida la producción azucarera en el país. Increíble.
Según Koronelli en eso del azúcar hubo avances, pero sin concretar nada, justo porque el azúcar no es el rubro más apetitoso ahora mismo para poner dinero. Los empresarios del gigantesco país euroasiático quieren ir al seguro, y su gobierno, que vive una guerra de casi dos años con Ucrania, no quiere desviar la atención ni forzar a sus empresarios a enrolarse en ese tipo de aventuras.
Eso sí, Koronelli habló de algún proyecto en la generación de energía, y recuerdo ahora que hace más de siete años Moscú otorgó un crédito de más de mil millones de dólares a Cuba para ampliar la Termoeléctrica del Este de La Habana, ahora llamada Che Guevara, pero las autoridades cubanas debían presentar proyectos que hicieran pensar a la contraparte rusa de que era solvente, de que el monto se recuperaría y nunca lo hicieron.
Según Koronelli, el más grande de los logros en términos económicos es el de los siete vuelos semanales que hay entre Moscú y La Habana, y entre la capital rusa y los balnearios de Cayo Coco y Varadero. Todo eso, además de afinidades entre la dictadura castrista y el gobierno de Vladímir Putin, que considera aliados a los títeres isleños. Y nada más.
Así que, si alguien vuelve con el cuento de los rusos en Cuba, pase de largo, no le aguante el sermón, no le crea la historia y piense que los gobernantes del mundo no son tontos, y los empresarios tampoco. Ese tiempo ya pasó.