CUBA IGNORA QUE HA MUERTO LA TANIA MÁS POTENTE DE SUS VOCES

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Por Ghabriel Pérez
Holguín.- Se me va otra mujer sin el abrazo, otra cubana. La poeta Tania Díaz Castro muere en La Habana y en Holguín, yo prendo inciensos y me bebo el café más amargo (no es por falta de azúcar, es por no comprender las impiedades de ver que pasan décadas y sigo sin solución para el más simple de los abrazos). Nuestros abrazos se han convertido en la tragedia griega que recuerda al Odiseo que anda a trancos por los mares, pero el cubano triplica el infortunio. En mis viajes a la capital, hace más de una década, llevaba en la agenda nombres prohibidos y mi destino siempre tenía la premura de los eventos culturales que, entre censuras y autocensuras, impedían tocar a la puerta de Oswaldo Payá, Martha Beatriz Roque, Oscar Elías Biscet Pero en el caso de Tania Díaz Castro ocurrió algo peor. Yo preguntaba en mi mundo literario y recibía evasivas, la imposibilidad de que alguien me confiara su dirección, una poeta me dijo: ¡No te acerques. Pon la duda!
¡Qué triste! Qué pena no haber sabido saltar sobre la llama de las intrigas oficialeras, las mismas que han regado contra mí. Qué tarde para ir a abrazarla en la inspiración que sentía tras oír sus valientes crónicas y reportajes por las emisoras del exilio. Qué estúpido no haber seguido tras su ruta con la corazonada y el impulso de los años noventa, cuando me dediqué a buscar sus libros y los de María Elena Cruz Varela y los de Roberto Valero y los de Reinaldo Arenas para juntarlos en mi biblioteca de las disidencias.
Recuerdo la noche en que un balcón holguinero se vistió de gala y entre té y música de Mercedes Sosa le rendimos homenaje a Tania, cuando le regalé a mi amiga poeta Mayda Pérez Gallego aquella antología, increíblemente publicada en Cuba, donde se había colado un poema de Tania Díaz Castro. Mi amiga conocía poco de disidencias y se asombraba de que junto a Mirta Aguirre le hubieran publicado a aquella periodista independiente que solía conocía por las anécdotas que yo escuchaba en Radio Martí.
Hoy quisiera escribir un mundo sobre la mujer que desafió tal vez durante mayor tiempo al régimen sin marcharse de su isla. Pero es el instante de que quienes pasan por aquí conozcan su poesía, la mayoría de los lectores cubanos no la conoce. De este modo confieso mi intención de llegar al alma de esa mujer que fue conocida con el nombre de Tania Díaz Castro y le tocó encarnar, desde el país del mayor ostracismo en todo el Occidente de este mundo, la libertad y celebrar la llegada de sus 88 años con el privilegio de haber gritado, desde el periodismo y la poesía, que pudo deshacer todos los yugos.
ME ACUSAN DE ROMÁNTICA
Tienen razón. Acaba de suicidarse
una mosca en mi sopa.
No tuvo lucidez.
Se dejó atrapar por el olor de la cebolla.
Y murió de amor. La mosca.
No fue astuta en la era de la
Cibernética.
Ni aguda. Mucho menos práctica.
Le faltó conocer la profundidad
del plato
Y se confió de la superficie
la pobre mosca
romántica.
El macho de la mosca
es el insecto que más se parece
al hombre.
Conquista la amistad de todos
sus semejantes
En este mundo, donde dicen
que no hay amigos
me acusan de romántica,
de quedarme como una idiota
ante el amanecer de las begonias.
De recordar aquellos niños asustados
en el entresuelo de mi casa
dándose el primer beso de amor.
Me recomiendan
que deje de ser neurótica, boba,
enamorada como una mosca.
Que deje de ser humana.
Que no piense en su sombra
sobre mi sombra
ni descubra geranios
en mis ojos para mirarlo.
Por último, hasta me aclaran
tranquilamente, sin respeto alguno,
que Dios tampoco fue romántico.
Me aconsejan que me llene los bolsillos
de piedras para llegar al fondo del corazón
de ese hombre inventado
que me acusa de loca,
de romántica.
Para lograrlo, reúno a mis viejos amantes en la sala.
Los vivos y los muertos. ¡Carrusel de hombres!
Lo que hablamos, no lo puedo repetir.
Son cosas del alma.
Al poco rato se marchan. Uno por uno.
Nadie queda.
Serena, me consuelo entre geranios y begonias.
No importa que la luna, ofendida,
no se asome más a mi ventana.
PD/ En páginas de mis diarios (en diciembre de 1999), aparece:
Todos me van a tener que oír desapareció. Algún poeta se llevó las disidencias de Tania Díaz Castro. Hay libros que llegan con mal signo (…) …volví a escuchar la voz de Tania Díaz Castro, poeta habanera que jamás podrá imaginar lo que yo armé en la Avenida Garzón, en Santiago, cuando hallé su libro en la venduta de un particular. Cuando me vi frente al título Todos me van a tener que oír, casi lo rapto.

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