Por Oscar Durán
La Habana.- Camilo Cienfuegos cumpliría hoy 92 años en medio de un país enmohecido dentro de las entrañas del castrismo. Son tantos los problemas del cubano que uno mira cualquier fotografía de Camilo y quiere meterse dentro de ella y robarle la sonrisa. ¿Alguna vez se han preguntado sobre el significado de esa sonrisa? Al Che, por ejemplo, lo vemos todo el tiempo serio y nos remite a la Cabaña matando a los Casquitos de Batista y enterrándolos en una fosa común.
Camilo no da esa imagen. Al contrario, nos levanta el ánimo verlo con tanta alegría desbordante. Y más ahora en estos tiempos tan duros. Difíciles. Su único error fue llegar a México y desembarcar en Niquero aquel fatídico 2 de diciembre. Sin él saberlo, le iban a apagar esa sonrisa sin apenas cumplir un año después de haber bajado de la Sierra Maestra.
Se fue muy rápido. Quería hacer las cosas bien y eso lo pagó con la muerte. Contrario a lo que la gente piensa, a Camilo la dictadura no lo convirtió en Dios de su mitología. Solo lo recuerdan para echarle flores los 28 de octubre, una jornada cada vez olvidada dentro de las filas castristas.
Es difícil escribir del nacimiento de Camilo Cienfuegos sin hablar de su muerte. A veces pienso que Camilo nació con su muerte. Fue mejor irse temprano y no formar parte de una historia oscura que lleva 65 años de miseria en miseria y de desastre en desastre. Un tipo tan bueno y noble no podía ser cómplice de tanto genocidio y arbitrariedades.
La muerte del hombre de la eterna sonrisa sigue siendo un misterio, llena de imprecisiones y detalles oscuros. Una vez, de visita en Las Terrazas, vi a su hermano Osmani Cienfuegos y me dieron ganas de preguntarle, así, sin más, ¿por qué murió Camilo? Según me contaron después, a Osmani no se le puede hablar sobre el asunto. Han venido periodistas hasta del Congo a preguntarle y no le abre la boca a nadie. Esa actitud se presta para muchas hipótesis, pero queda en eso, en hipótesis.
Si Hubert Matos no se rebela, a Camilo lo iban a matar de todas maneras. Nadie puede sobrevivir a su propia heroicidad, ni estar por encima de un dictador. Eso le costó la vida. Por eso, la mejor manera de recordarlo es no mitificarlo los 28 de octubre, un día gris dentro de la historia de Cuba.
Es mejor traerlo de vuelta los 6 de febrero, aunque su nacimiento nos traiga los recuerdos de su muerte.
