Por Jorge Sotero
La Habana.- Olvidémonos de las flechas y esos señalamientos en la foto. No son importantes. Lo que sí importa es lo otro, lo que encierra en sí la imagen, el mensaje que deja, lo que representa, y las conclusiones a la que uno llega nada más verla.
Una mujer empareja un cantero de tierra roja, en un lugar donde se cultiva bajo techo y donde no hay señales de haber alguna otra plantación, al menos que sea visible, porque todo lo otro está cubierto de hierbas, o sin plantar.
En la imagen hay, al menos, tres personas con cámaras de televisión, y posiblemente un fotógrafo, el que casi seguro hizo la foto. Los de televisión están centrados en los que observan: la cúpula dirigente del Partido Comunista, llegada hasta allí para seguir el viejo patrón de que ‘quien dirige tiene que ensuciarse los pies’.
Con rutilantes panzas, todos, cumplen un trámite más. Tal vez hasta para ellos sea ridículo, pero es lo que han visto hacer, lo que les han orientado siempre e intentan repetirlo, porque estos dirigentes cubanos, como los buenos deportistas, creen que son unos tipos muy talentosos y que ese talento solo pueden explotarlo si repiten lo que alguna vez hicieron sus antecesores.
Machado Ventura salía los fines de semana a las provincias de los alrededores de La Habana a visitar los campos. Cansado del ruido y la polución en la capital, se montaba en un auto, le decía al chofer que lo llevara a algún lugar y este, que conocía sus gustos, ya había llamado desde el jueves anterior a un municipio, donde los estaban esperando, con asados incluso. Entonces, montaban un andamiaje televisivo, lo paraban en la cabeza de un campo de cualquier cosa, y los periodistas presentes le hacían dos preguntas.
Una de las dirigentes que lo recibía debía ir con alguna blusa descotada para que llamara la atención del entonces octogenario dirigente. Esa treta se corría entre todos los que dirigían en Cuba, quienes decían que al viejo se le iban los ojos para los senos de cualquiera. Mira a ver tú.
Ahora, estos dirigentes de poca monta -o de ninguna- salen a hacer campaña para justificar sus puestos y se van 10, más todo un equipo de prensa y choferes y escoltas, a un lugar donde trabaja una mujer. Una sola persona haciendo su trabajo y 10 zopilotes mirando.
Ella manejando un rastrillo o una guataca, con las manos, casi seguro, llenas de cayos, sin desayunar probablemente, y ellos con sus manos suaves, sus pronunciados abdómenes, su ropa limpia y tal vez hasta olorosa, pero incapaces de generar nada.
Esa mujer, para mí, es una heroína, porque otro cualquiera los hubiera espantado de allí, como se espantan las moscas de esos lugares donde molestan, porque nunca llevan nada bueno.
Así anda Cuba. Esos son los que dirigen, los que tienen voz, poder de decisión, los que han convertido a la isla en un manantial inagotable de pobreza. Esa sarta de mediocres incapaces han sumido al país en la pobreza más absoluta, y la foto de hoy es una muestra fehaciente de lo que nos espera. ¡Lástima!