Tomado de MUY Interesante
Los campesinos medievales no solían trabajar más de 150 días al año.
La vida a otro ritmo
¿Has estado alguna vez en un pueblo o aldea rural y has sentido que el tiempo va más lento? He aquí una clave importante. Si hablamos de la clase trabajadora durante toda la etapa preindustrial, en concreto la clase no privilegiada de la Edad Media, la mayoría se ganaba la vida trabajando en el campo y un porcentaje menor tenía oficios como artesanos, albañiles o mineros. Tanto la agricultura y la ganadería como la artesanía son labores lentas. Desde luego están muy lejos de la vorágine acelerada que vivimos hoy día en nuestras jornadas laborales urbanitas inmersas en un sistema capitalista que sólo encuentra el éxito en producir y ganar hoy más que ayer pero menos que mañana. Por lo que el ritmo de trabajo en la Edad Media era mucho más pausado en términos generales y dedicaban menos horas diarias de las que tendemos a creer.
Juliet B. Schor es una economista y profesora de Sociología en el Boston College de Estados Unidos que ha dedicado sus esfuerzos a estudiar la historia del tiempo de trabajo y sus tendencias. Es autora del libro “The Overworked American: The Unexpected Decline of Leisure”, donde defiende que:
“Uno de los mitos más duraderos del capitalismo es que ha reducido el trabajo humano. Este mito suele defenderse comparando la semana moderna de cuarenta horas con su contraparte de setenta u ochenta horas del siglo XIX. La suposición implícita (pero rara vez articulada) es que el estándar de ochenta horas ha prevalecido durante siglos. La comparación evoca la triste vida de los campesinos medievales, que trabajaban sin descanso desde el amanecer hasta el anochecer. Se nos pide que imaginemos al artesano oficial en una buhardilla fría y húmeda, levantándose incluso antes del sol, trabajando a la luz de las velas hasta altas horas de la noche. Estas imágenes son proyecciones retrospectivas de los patrones de trabajo modernos. Y son falsos”.
Jornadas laborales de 8 horas
Schor se centra en las jornadas laborales, pues reconoce que los campesinos medievales tenían una economía de subsistencia y vivían en un período más estancado socialmente, donde las posibilidades de mejorar tu posición eran casi nulas. Además, sufrían de manera irreparable los ciclos climáticos adversos que impedían cosechar lo necesario para no pasar hambre. Pero una cosa está clara: tenían más tiempo libre que nosotros en la actualidad. El capitalismo aumentó nuestros ingresos, pero lo pagamos a costa de nuestro tiempo.
Así pues, no es erróneo decir que los campesinos medievales trabajaban de sol a sol, pero hay que matizar este hecho sabiendo que el trabajo era intermitente con jornadas más duras durante los períodos de cosechas, de hasta 16 horas, y otras más relajadas en resto del año con unas 8 horas al día de trabajo. El campo es un entorno mucho más incómodo que nuestras oficinas, pero requiere de un cuidado más pausado y, exceptuando los picos de trabajo anuales, los campesinos disfrutaban de lo poco que tenían y el ocio del que disponían con mucha frecuencia. Aunque nos pasemos un poco de la cronología que enmarca a la Edad Media, James Pilkington, obispo de Durham hacia el año 1570 dejó por escrito una semblanza del día a día de los agricultores de su época y no debió ser muy distinto durante los siglos anteriores.
“El trabajador descansará mucho por la mañana; pasa una buena parte del día antes de llegar a su trabajo; luego debe tomar su desayuno, aunque no se lo haya ganado a la hora acostumbrada, o de lo contrario habrá rencores y murmuraciones; cuando suene el reloj, arrojará su carga a mitad del camino, y todo lo que tenga en la mano lo dejará como está, aunque muchas veces se estropee antes de volver; no puede perder su comida, cualquiera que sea el peligro que corra el trabajo. Al mediodía debe tener su tiempo para dormir, luego su bebida por la tarde, que ocupa gran parte del día; y cuando llega su hora en la noche, a la primera campanada del reloj, arroja sus herramientas y abandona su trabajo, en cualquier necesidad o caso en que se encuentre el trabajo”.
A este ritmo más pausado del trabajo agrícola hay que sumarle la cantidad de días festivos que tenía el calendario medieval en Europa, tal y como ocurría en la época clásica del Imperio romano. Según estimaciones de los expertos, en el siglo XIII las familias campesinas contaban con alrededor de 150 días no laborales entre festivos oficiales marcados por la Iglesia y eventos sociales destacados como bautizos y bodas.