Por Jorge Fernández Era
La Habana.- El pasado lunes me llegué a la Fiscalía Militar General del Minint y entregué un anexo a la reclamación presentada el 28 de diciembre. En él denuncié el último obrar degenerativo del agente Unonoventaicinco, dirigido contra mi hermano y mi hijo con el reiterado fin de doblegarme. Llamé la atención además de lo que ya les había planteado a los fiscales hace tres semanas: que la dilación de la respuesta será luz verde para que la Seguridad del Estado prosiga con su escalada, y la integridad síquica y espiritual de mi familia peligre.
De allí continué viaje hacia la Dirección de Establecimientos Penales del Minint. El 26 de diciembre me habían conminado a marcharme convencido de que Eduardito sería reincorporado al trabajo que hizo por espacio de varios meses, del que fue retirado, y no es coincidencia, a raíz del primer chantaje perpetrado por Unonoventaicinco y Manolito con el beneplácito de la dirección de Toledo 2.
En la Oficina de Atención a la Población se me ratificó que mi hijo no había cometido indisciplina alguna, y persistieron con la tesis de que la razón de su enclaustramiento era la «baja demanda de fuerza de trabajo», absoluta mentira, pues los demás miembros de su anterior brigada siguen realizando diversas labores en la Unidad de Tránsito de la PNR de Cinco Palmas. Llegaron a plantearme que debí dirigirme directamente al campamento para discutir con los que lo dirigen. Les respondí que eso era tiempo perdido, pues ya me advirtieron que yo no tengo derecho a saber lo que pasa con Eduardito. Les señalé además que no violaba ningún procedimiento, y quién mejor que ellos, como instancia superior, para investigar los hechos.
Pudiera pensarse que la suspensión del trabajo a mi hijo no tiene mayores consecuencias más allá de permanecer en la prisión donde cumple condena, pero el objetivo del ensañamiento es separarlo más de mí, pues el pase, que fue mensual durante sus meses de labor, se extiende ahora a un régimen bimestral.
La parsimonia y las evasivas de quienes están obligados por ley a velar por la legalidad en los establecimientos penitenciarios —léase la Fiscalía Militar y la DEP— me hacen sospechar que de nuevo la impunidad hará de las suyas, pero ojalá me equivoque, se haga justicia y pueda tragarme lo que dice hoy el Granma a propósito de la entrada en vigor del decreto-ley del régimen laboral especial de las personas privadas de libertad que trabajan dentro o fuera de los establecimientos penitenciarios: «En Cuba siempre se han respetado los derechos de las personas privadas de libertad para que contribuyan a su desarrollo individual y social».
A solo nueve días de que se cumpla un año del acoso emprendido contra mí por los órganos represivos, se siguen violando mis derechos, los de mi hijo y los de mi familia, sin que ningún servidor público se interese por mi caso y ponga las cosas en su lugar. El mío parece ser una oscura celda donde purgaré mi inconformidad, mis ansias de ser libre y opinar lo que me venga en gana.
Por ello hoy, como todos los días 18, realizaré una protesta pacífica con las siguientes demandas:
-Convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente elegida democráticamente para redactar una nueva Constitución, aplicable en todas sus partes.
-Que el Estado no se desentienda de la crítica situación de ancianos, jubilados, pensionados y familias en pobreza extrema.
-Libertad, sin exilio obligatorio, para los presos políticos.
-Cese del hostigamiento a personas que ejercen su libertad de expresión.
Desde el instante en que publique este texto, estaré sentado en la escalera de mi edificio por espacio de una hora, a ver si se aparecen Unonoventaicinco, Manolito, El Esposero y sus compinches. Ni ellos mismos imaginan el deseo que tengo de verlos.