RAZONES Y MISTIQUEOS PARA CAMBIAR LO IMPOSIBLE EN CUBA

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFERAZONES Y MISTIQUEOS PARA CAMBIAR LO IMPOSIBLE EN CUBA
Por Dagoberto Valdés Hernández I ()
Pinar del Río.- Mi última columna fechada el 8 de enero: “Cuba, la hora del Plan B” ha suscitado diferentes reacciones en quienes lo leen. Su propósito es fomentar el debate público, el espacio y la escuela, para la democracia que queremos crear no me quedaré con el grupo de personas que leyendo y escuchando que necesitamos un plan B, experimentar esa energía positiva que trae el descubrimiento de que una vida diferente a esta Cuba sin vida agoniza es posible.
Hoy quiero pasar tiempo en otro grupo que reaccionó: Los inundados por la inercia, por la frustración, por el “no hay nada que hacer”, y el “esto va a durar cien años”; también quiero incluir a aquellos cubanos que siembran y propagan el desánimo cayendo en el mito de que para que Cuba cambie tenemos que “cambiarlo todo, al mismo tiempo y hacerlo cuando todos nos unimos… «Esta es la trampa de inmovilidad. La mentira introyectada. Esta es la verdadera «utopía»: tan enorme que nos aplasta. Tan imposible que nos paraliza. Tan inalcanzable que pensar o hacer parece magia.
Me he dedicado a investigar si hay un lugar en cualquier parte del mundo o en cualquier momento en que el cambio ha ocurrido así: lo han cambiado todo, todo al mismo tiempo y con todos los involucrados. Ese cambio y con esas características, no ha existido en ningún país, ni en ningún momento histórico. No existe. Si alguien encuentra un «lugar» en el que todos hayan cambiado al mismo tiempo y con todos los involucrados, por favor hágamelo saber para que pueda cambiar mi opinión.
Entonces si no se cambia todo a la vez, no todo el mundo es parte de eso y no sucede de una vez, porque se le exige esto a Cuba? Y lo peor, ¿por qué los cubanos exigimos esto de nosotros mismos? ¿Cómo y cuándo creemos esa mentira? Cómo y cuándo han clavado ese trombo mortal en nuestras venas del alma. Los invito a prestar atención a los argumentos de los cansados y abrumados:
– Imagina… que esto se está acabando? Hemos estado diciendo esto durante los últimos 65 años. Esa persona, sin darse cuenta, trabaja para que nada cambie. Desalienta. Desmoviliza. Enriquece el mito del inmovilismo. Precisamente porque han pasado 65 años, el [fin] está más cerca. El agotamiento y el engaño aumenta. Entre más años pasan, peor, y luego mejor.
– «Hasta que todos nos unamos, esto no cambiará». Esta persona sin saberlo ayuda a reforzar «lo imposible». Que la unidad-uniformidad es el argumento principal de aquellos que no quieren el cambio. Lo imposible es la unidad que nos piden, que nos exigen los tiranianos y los troyanos. Es la unidad de las máscaras. Es la unidad de la simulación. No existe, no cambia nada, no logrará el cambio sino la frustración. La única unidad verdadera es la que reconoce y coexiste en la diversidad.
-«Hasta que todos salgamos a hacer lo mismo y cambiar todo a la vez esto no cambiará». Eso nunca pasará. Nunca ha sucedido. Y todo no puede cambiar todo a la vez. Lo que más se ha parecido a esto son las llamadas revoluciones que han terminado en algo peor que lo que intentaron cambiar violenta y prontamente. Sólo dos ejemplos: la Revolución Francesa quería derrocar a la monarquía y todo terminó no con un rey, sino con Napoleón como emperador autocoronado. Otro ejemplo, la revolución soviética quiso empoderar al proletariado y al agricultor y terminó como uno de los totalitarismo más crueles de la historia.
-Los verdaderos cambios históricos en todas las culturas han sido hechos por grupos de iluminados y a veces un pequeño grupo, «un grupoúsculo». Veamos sólo dos ejemplos: la mayor transformación de la historia la hicieron 12 apóstoles y uno fue un traidor. Y esa semilla apostólica decayó en el fértil suelo del martirio cristiano y se convirtió en el nuevo y frondoso árbol de la cultura occidental que hoy llega a Japón. Otro ejemplo: el nacimiento de nuestra nacionalidad e independencia cubana. Ese pequeño grupo del Seminario San Carlos de La Habana se convirtió en el vientre de Cuba libre, la matriz encargada de la gestación de la nación cubana, inició proféticamente en su forma de pensar un cambio que convirtió lo imposible en posible. Fueron el padre Félix Varela y su pequeño grupo de estudiantes: Luz y Caballero, Del Monte, Saco, Poey y Rafael María de Mendive, quien sirvió como «canal de transferencia» entregando el «agua viva» de Varela a su alumno Martí, quien más tarde tituló al Padre Fundador como el «Cubano santo”. De esta fusión vital nació el Proyecto de la Nación Cubana, y el puñado de hombres que con Céspedes, Agramonte y Martí forjaron nuestra independencia.
*Cree en el poder de los pequeños*
Estos ejemplos y todo lo que ha producido los cambios y transiciones pacíficas, verdaderas, duraderas y con frutos de libertad, demuestran la falsedad del mito, así como que frecuentemente podemos cambiar lo que se nos ha hecho pensar que es imposible [hacer].
Hace treinta años cuando el 29 de enero de 1993 fundamos El Centro de Formación Cívica y Religiosa en medio de un sistema totalitario y siempre, he practicado una mística que ha sido una fuerza interior y fuerza motriz y que simplificé en el aforismo repetido: “Cree en el poder de los pequeños». Este fue el título y el contenido de la editorial de la revista Vitral #8 que tuve el honor de presentar al Papa San Juan PauI en 1995.
Este aforismo, «creer en el poder de lo pequeño» y en la «eficiencia de la semilla» que me he convertido en una propuesta y estilo de vida, han sido la motivación y al mismo tiempo la inspiración para toda mi existencia y para lo poco que he podido hacer por Cuba y la Iglesia. Debido a un compromiso de fe que he resumido en esa profunda convicción he permanecido en Cuba. Y con la ayuda de Dios allí permaneceré. Así que este principio que ahora comparto con ustedes no es teórico, sino que es parte de mi propia experiencia de vida. Solo desde ahí me atrevo a proponerle matrimonio a mis compatriotas. Para hacer posible lo imposible. Cuba necesita creer en el poder de los pequeños.
Creer en la eficacia de la semilla derriba mitos, mueve montañas, cambia las perspectivas para ver las cosas y analizar la realidad. Creer en el poder de los pequeños es la puerta de entrada a la verdadera y pacífica transición en Cuba. Creer en el poder de los pequeños y hacer lo más pequeño que podemos hacer es la mejor vacuna contra la desesperanza.
Varela plantó la semilla y creyó que aunque moriría en lo profundo de la tierra, esa muerte era eficaz; creyó que era la semilla de la vida y murió sin verla, pero la tarea se hizo. Céspedes, Agramonte y Martí cosecharon los frutos de esa semilla «insignificante» pero perseverante con la que Varela inauguró la cosecha de la libertad de Cuba.
Esta convicción y mística no es sólo mi experiencia personal, sino que también es fruto del estudio de algunos académicos cubanos que han comenzado a creer en el poder de los pequeños y que el cambio en Cuba es posible. Uno de ellos, el Doctor Armando Chaguaceda, miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia, afirma:
«Si creemos que la democratización se originará sólo por la moralización extrema (incluso bien intencionada), desde la política o hasta su reducción al pragmatismo cínico de los poderosos, el activismo no logrará ninguna consecuencia grave. Las víctimas seguirán esperando milagros. Algo caracteriza la activación de la sociedad civil bajo dictaduras: buscar lo deseado imposible mientras lucha contra lo frágil posible. «
*Propuestas*
«Buscar lo deseado imposible, mientras luchas desde lo frágil posible», es otra forma de trabajar desde dentro, creyendo en el poder de lo pequeño. Creo en ese poder. Es la única fe que logra milagros. El milagro de la libertad de Cuba no vendrá desde fuera del país ni desde fuera del alma del cubano. Vendrá de la fe que nutrimos dentro de nosotros mismos y dentro de Cuba y su diáspora. Jesucristo mismo lo afirma: «Porque te digo solemnemente, si tu fe fuera del tamaño de una semilla de mostaza podrías decirle a esta montaña «Muévete de aquí para allá», y se movería; nada sería imposible para ti. (Mateo 17, 20)
La semilla de mostaza es como la semilla de tabaco o más pequeña. La clave de la esperanza es creer en el poder de lo pequeño y en la eficacia que la semilla lleva dentro de sí misma. Eso mueve montañas. Eso mueve lo imposible en Cuba.
Esa es mi propuesta en esta columna.
La experiencia vivida, la enseñanza de los académicos y sobre todo la Palabra y la experiencia de Cristo, todo eso indican que el camino al cambio en Cuba ha sido abierto y seguirá siendo abierto por la mística y la acción que confía en la eficacia de la semilla y se mueve con el poder de lo pequeño. No es magia, es verdadera mística y política
Vamos a derribar los mitos que nos inmovilizan.
Fomentemos la mística de la semilla que moverá montañas en Cuba.
Y lo que creemos que es imposible se hará realidad.

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