Por Irán Capote
Pinar del Río.- A mi me mata eso de ponerle nombres a las cosas. Más bien, se trata de recolocar las palabras y sus significados.
En el caso de la cocina, tengo mis buenos ejemplos. Desde hace años, cargo con un término que me gustaba por su pronunciación. Estoy hablando de “Suflé”. Yo decía: «No te vayas que te voy a hacer un suflé». Y de seguro tú pensabas que se traba de un postre. Pero no, mi suflé podía ser cualquier cosa: un arroz con vegetales, una salsa agridulce, o un invento de esos que metemos los cubanos a fuerza de iniciativa revolucionaria. Bueno, pues suflé va y suflé viene.
Suflé hasta por los codos.
Hace días mi tía estuvo de visita. Y me trajo la delicia de un nombre nuevo. Un nombre que estoy usando para todo lo relacionado con el invento culinario. Ya puse al «suflé» de vacaciones.
Hervía yo unos huesos de puerco para quedarme con “la carnita” y luego hacer una salsa alargada y también revolucionaria. Cuando mi tía dispara: A ese “Salmorejo” le puedes agregar plátano verde , pimiento y tomates maduros. !Y aquello fue tremendo!
Originariamente el salmorejo es una sopa española. Pero ya yo estaba enamorado de la nueva palabra en mi cocina.
En la semana ya llevo cuatro o cinco salmorejos. Con pollo, con huesos otra vez, con pimientos, con tomates, con lo que sea que aparezca y se pueda mezclar en una sartén. Con lo que sea que sirva para matar el “invento de la comida”.
Ya saben, cuando escuchen a alguien en la calle decir: Déjame ver qué invento para la comida hoy. Ustedes, sin pensarlo mucho, le dicen: !Salmorejo!