EL CORRAL

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Por Esteban Fernández Roig Jr ()
Miami.- De primera y pata detesté el corral, no me gustaba estar dentro de él, me rebelaba, lloraba y quería salir de ahí. En contra de mi voluntad pasé largo tiempo durante los inicios de mi vida en ese pesado corralit
Una mujer extremadamente cariñosa me sacaba al anochecer y me llevaba a dormir en una cuna. Me dijo que se llamaba “Mamá”.
Un día me llené de valor y logré salir de la “prisión domiciliaria del corral” comencé a gatear y de pronto me levanté y ¡caminé! Al mismo tiempo descubrí que el verdadero nombre de “mami” era Ana María Gómez.
Ella, en lugar de ponerse brava por mi escapada, me lanzó una sonrisa, me aplaudió, me levantó del piso, me abrazó y me dio un beso.
De la calle llegó un “viejo” de 46 años, con un inseparable tabaco, de marca Pita, en la boca.
La señora Ana le gritó: “¡Esteban, mira, ya el niño camina!” Pensé muy molesto: “¡Eh, ¿este hombre se llama igual que yo? Qué atrevido!”
De pronto sucedió algo estupendo, fenomenal: el señor -que insistía en que se llamaba “papi”- dijo: “Ana, abre la puerta, ya Esteban de Jesús es un hombrecito, permite que salga al portal, déjalo que ¡descubra a Güines !”
Se me abría levemente el horizonte. Salí al portal, el cielo estaba gris, encapotado, llovía a cantaros. Sentí unos truenos. Eso me impresionó.
Al otro día no quería salir, estaba asustado, pero “Esteban” me dijo: “Dale, Estebita, hoy hace un día precioso, mira quiero que veas un arcoíris”…
Por mi casa pasó un muchacho mayor que le decían «Noly Mata” y le pregunté: “¿Dónde estoy?” Vaya, ahí hice otro descubrimiento a través de pocas palabras: “¡Muchacho, estás en La Huerta de Cuba, chico!”
Me la pasé del corral a la cuna, de la cuna al portal, más de cuatro años hasta un glorioso día en que mi padre me dijo: “Mañana te voy a llevar a la Viña Aragonesa, voy a jugar cubilete con mis amigos”.
Mi padre orgulloso me presentó a Joseito el Colorado, a Pedrito Regalado, a Rogelio Ulloa, a Panchito Fernández, a Rafael Becil, a los concejales Ovidio y Eugenito, al médico Jimmy Chambless, al poeta Manolo Ortega Castellanos, su ex cuñado.
Al salir de la Viña, mi papá estaba súper contento -había ganado con los dados- y aproveché para quejarme: “Pipo, yo no quiero que mima me meta de nuevo al corral, y de paso te digo que a mi hermano Carlos Enrique tampoco le gusta”…
Papi se rió y me dijo: “Está bien, pero ¿qué hacemos con el corral? está prácticamente nuevo”.
Le dije: “Qué mami se lo regale a Tina la vecina que acaba de dar a luz de Emilio Garcés”…
Al otro día estaba mi madre limpiando el portal con extremada pulcritud -hasta con creolina y luz brillante- en la calle Pinillos número 463.
Me dijo: “Ya le di el corral a Tina, se puso de lo más contenta, pero a Emilito tampoco le gusta el corral“.

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