Por Dagoberto Valdés Hernández ()
Pinar del Río.- Cuba ha vivido durante más de 60 años en un régimen totalitario que surgió de la revolución armada que tomó el poder el 1 de enero de 1959, hace ahora 65 años. La nación cubana vive hoy en medio de una profunda crisis sistémica que afecta a todos los campos y dimensiones de la vida del ciudadano y de la sociedad. A diferencia del tradicional inmovilismo, la situación de Cuba cambió, sustancial y significativamente, durante el año 2021; muy especialmente después de los acontecimientos del 11 y 12 de julio de 2021 cuando, por primera vez en décadas, ocurrió la mayor explosión social general a lo largo de todo el territorio de la isla. A consecuencia de estas protestas fueron sancionados, y hoy guardan prisión, más de 1.000 presos políticos.
Después del 11 de julio (11J) ya es insostenible afirmar que los discrepantes del régimen son unos «grupúsculos pagados por el Imperio». Los que se oponen a él ya venían siendo los 2,43 millones de cubanos que en el referéndum constitucional del 2018 votaron en contra, se abstuvieron o anularon la papeleta. A eso se suman las decenas de miles que se manifestaron el 11J clamando «patria y vida». El acceso limitado a internet y a las redes sociales, junto al 11J, han cambiado la percepción política dentro y fuera de Cuba.
El grado de pobreza, hambre, falta de medicamentos, transporte, agua y energía, junto a la desintegración moral, la violación de los derechos humanos y la falta de libertades, además del incremento de la violencia a todos los niveles, son las realidades sociales más significativas en Cuba hoy. A la ineficiencia constitutiva del modelo socialista centralizado que ha provocado una falta de liquidez sin solución actual, se han sumado el decrecimiento de la productividad y la disminución de dos fuentes principales de divisas: la contratación de profesionales cubanos en el extranjero y el turismo. Venezuela, Rusia, China y el resto de los acreedores y posibles mercados del mundo desconfían de Cuba porque no ha cumplido sus compromisos y deudas internacionales. Aunque el régimen habla del bloqueo de Estados Unidos existe, sobre todo, un bloqueo interno a la iniciativa privada y al emprendedor por la prohibición de acumular propiedades y capital. Las más importantes mipymes —micro, pequeñas y medianas empresas— están en manos de personas afines al régimen y controladas por este. La Tarea Ordenamiento, la reforma económica y del sistema de cambio monetario comenzada en 2021 para que las tiendas funcionen con moneda libremente convertible —divisas extranjeras—, ha sido un fracaso. Ha provocado una inflación galopante, una carestía de la vida y un aumento de la pobreza. La lucha por la supervivencia cotidiana anula los proyectos de vida personal, familiar o social. Esto, unido a la crisis económica estructural y a la decadencia política, han provocado un nuevo y enorme éxodo masivo.
Tres han sido las etapas de la vida de los creyentes en Cuba durante estos 65 años: una primera etapa martirial con cristianos fusilados, encarcelados y expulsados del país. Otra etapa de testimonio callado, supervivencia y Estado ateo. Hoy somos un Estado laico, pero la libertad religiosa está reducida a la participación en el culto, mientras se reprimen la expresión pública y la aplicación sociopolítica de la doctrina social de la Iglesia, especialmente por parte de los fieles laicos.
Para salir de esta crisis estructural, moral y espiritual, Cuba está llamada a una transición ordenada, pacífica y ágil. Tres son los principales obstáculos para esa transición. Primero, el daño antropológico que infligen los regímenes totalitarios y que entorpece los procesos de personalización y socialización del ciudadano. Para su sanación es necesario un proyecto de humanismo renovado personalista, comunitario y trascendente. Segundo, el analfabetismo ético y cívico, resultado de la excesiva ideologización y propaganda en los medios de comunicación y las escuelas. Para superar este obstáculo es necesario un proyecto de educación ética, cívica y religiosa que promueva valores y alimente la virtud. Tercero, la desarticulación de la sociedad civil, que provoca indefensión del ciudadano, el control directo del Estado, el miedo y la soledad moral.
Reconstruir el tejido de la sociedad civil es un proyecto esencial como escuela de ciudadanía y democracia. Previendo el futuro, el Centro de Estudios Convivencia, primer think tank independiente dentro del país y que construye consensos con la diáspora cubana, viene desarrollando un itinerario de pensamiento para Cuba cuyas visiones y propuestas son signos de que en esta isla del Caribe existe talento, trabajo sistemático, demandas de cambio y prospección estratégica que alimentan la esperanza de que el pueblo cubano, con sus raíces cristianas, no ha perdido su esencia ni la capacidad para labrarse su futuro en libertad, justicia y paz.