Por Rafael Muñoz
Berlín.- El Necio ha dejado en su muro una opinión de Ignacio Ramonet sobre el edificio K23. Yo no quería hablar más acerca del tema, pero hay cosas difíciles de dejar pasar, que duelen tan solo de verlas. No es solo un horrendo crimen urbano sino una obra llena de disparates de diseño que significan además una vuelta de tuerca en la economía cubana a largo plazo y una vuelta menos de pollo para las familias cubanas en el futuro inmediato.
Las grandes fachadas de cristal son caras, muy caras en comparación con un muro de hormigón ciego (sin ventanas) en una relación de uno a cinco como mínimo. Por eso los inversionistas reducen el área de cristal al mínimo que les exige la ley. Es matemática de bodega. Por eso que la inmensa mayoría de los edificios que se construyen hoy, sin importar si son financiados con dineros públicos o privados, tienen el mínimo área de ventanas exigida por las normas para garantizar la iluminación y ventilación de los locales
Claro, hay fachadas más baratas, pero esas a la larga salen muchísimos más caras por aquello de que lo barato, sale caro.
Un cálculo rápido permite ver que al menos entre un 25 y 30 por ciento de las fachadas de la Torre K son muros de hormigón ciegos, sin ventanas. Probablemente necesarios para soportar el inmenso peso de la estructura. Hasta ahí todo bien.
Hace casi dos años comenté en mi muro acerca de la mala CALIDAD DE TERMINACIÓN de los muros de fachada del edificio. Hechos así, “al trozo modo”, se obligaba a usar una terminación cara (morteros, enchapes pétreos o vítreos) o en caso extremo, una segunda fachada de cristal para cubrir la chapucería del hormigonado y tapar las manchas y cucarachas a todo lo alto, visibles en toda la ciudad. (resto de las fotos).
El mundo se vino abajo con mi opinión. Los “especialistas”, el ciberclariato y hasta la televisión sacaron la opinión de mi muro y levantaron barricadas para defender un edificio que repito, no hay por donde cogerlo.
A dos años de aquella discusión, calladitos, como para que nadie se entere, recubren aquella chapuza con una fachada de cristal.
Un error a todas luces: O el cristal o el hormigón. Una de dos. Pero no las dos.
Un par de cientos de miles de dólares se habrían ahorrado con solo poner empeño en hacer un hormigonado de calidad. Listo para quedar a la vista. Se habría evitado la monotonía de esa fachada monocroma, además de menos deslumbramiento por los rayos solares, al adicionar áreas no reflectantes en la fachada.
El hormigón a vista es un material muy noble y permite hacer maravillas. Pero sobre todo es muy barato comparado con la fachada de cristal que le han colocado encima. Usar moldes metálicos y vibrar bien el hormigón no es cosa exclusiva de países del primer mundo. Ese país, Cuba, tiene experiencia de décadas en elaboración de hormigón a vista. Baste tomar como ejemplo el edificio Hermanas Giralt a solo unos doscientos metros construido en la década del 50 y más reciente las construcciones del Parque Lenin, las decenas de hoteles, escuelas y hospitales que se han hecho en el país.
Dudo que un inversionista en Francia permita a un buró de arquitectura cometer semejante disparate. La arquitectura es un arte caro. Cada línea que un arquitecto traza en el papel, cada idea que le viene a la cabeza le cuesta a alguien muchísimo dinero. Por eso hay que pensar y justificar cada decisión y luego convencer a quien va a poner la plata que esa línea es absolutamente necesaria, es así en Francia y debiera ser así también en Cuba.
Dejar que un equipo de arquitectos foráneos decida estas barbaridades y rebajar a los técnicos cubanos al papel de meros ejecutores sin voz ni voto y encima desoír los cientos de criterios de arquitectos cubanos que hemos visto crecer este monstruo por sobre la ciudad no es solo antinacional sino que además le va a costar a la gente de a pié.
Esto no es un criterio de gusto o de capricho. La arquitectura pagada con fondos públicos la pagan todos.
Cuando alguien en la televisión nacional diga que no hay suficiente divisas para comprar alimentos, piense en los cientos de miles de dólares puestos a secar al sol, en forma de una fachada sin sentido.
No es solo horrendo, es además un disparate económico.