Por José Walter Mondelo
La Habana.- El gran jurista argentino Eugenio Raúl Zaffaroni cumple hoy 84 años. Considerado el tratadista de Derecho Penal más citado y estudiado de América Latina, sus obras han sido publicadas en diversos países y traducidas a múltiples lenguas. Doctor honoris causa de más de 40 universidades latinoamericanas y europeas, se lo considera «uno de los juristas más renombrados en Latinoamérica y en Europa», destacándose por sus producciones en derecho penal, teoría del delito, derecho procesal penal, criminología y derechos humanos. Su obra pone el acento en el análisis crítico del poder punitivo del Estado y sus consecuencias negativas para los derechos humanos y los sectores más postergados, especialmente en las sociedades latinoamericanas. Fue pionero en la explicación del genocidio cometido por la dictadura militar en Argentina sobre la base de la teoría criminológica.
Comparto en su homenaje las hermosas y más que merecidas palabras con que el gran Eduardo Galeano saludó su candidatura a la Corte Suprema de Argentina en 2003. Feliz cumpleaños, Maestro!
«Desde la otra orilla del río, me tomo la libertad de contarle que somos muchos los uruguayos que hemos recibido con sorpresa y alegría la noticia de la candidatura del Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni a la Corte Suprema de la nación argentina. Con sorpresa, porque en este mundo y en estos tiempos son poco frecuentes las noticias de que la justicia existe. Con alegría, porque celebramos la posibilidad de que un hombre valiente, jurista de talento, pueda ocupar ese alto cargo que merece. Sin sorpresa ni alegría, en cambio, mi mujer, Helena Villagra, y yo, que desde hace años conocemos a Zaffaroni y también conocemos su trayectoria, nos hemos enterado de los ataques que está recibiendo. Por lo general, las opiniones enemigas criminalizan su profesión de fe garantista, como si fuera delito exigir que la ley se cumpla para todos y no sólo para quienes puedan comprarla. Zaffaroni, dicen, es un peligro. Y no dicen, pero piensan, que su designación podría ser el principio del fin para una Corte Suprema que aplica la suprema ley del embudo y que protege la impunidad, la corrupción y otras malas costumbres multiplicadas por el poder en estos últimos años.»