Por Bufo Mamani
La Paz.- El expresidente boliviano y hombre fuerte del Movimiento Al Socialismo (MAS), Evo Morales quedó inhabilitado del proceso electoral de 2025 por el Tribunal Constitucional del país, por lo cual su nombre no estará en las boletas para la campaña por la presidencia.
Morales, que le ha declarado la guerra al gobierno que encabeza su otrora ministro de Economía y exaliado, Luis Arce Catacora, aspiraba a ser el candidato presidencial por el partido que él fundo para lanzarse a por la presidencia del país en 2005, creando un cisma que parece insalvable en el seno de la organización.
La posición del otrora inquilino del Palacio Quemado, como se llamaba el antiguo edificio de gobierno, y del ahora Nuevo Palacio del Pueblo, ha provocado que el MAS se divida en dos vertientes: una dura, que sigue al líder indio nacido en el desierto de Orinoca, y otra más moderada que respalda a Arce.
Antes de la inhabilitación de Morales por el Tribunal Constitucional, se hablaba de dos organizaciones políticas en la carrera por la Presidencia, pero, incluso tras la decisión del máximo organismo en temas constitucionales, no es de extrañar que el líder cocalero insista con una candidatura de alguno de sus más cercanos aliados para intentar sacar de la presidencia a Arce Catacora, quien tiene derecho a una reelección.
Lo cierto es que Evo Morales, quien siempre dijo que no le interesaba el poder, ha demostrado todo lo contrario desde que se le agotó su tiempo al frente del país. Lo primero que hizo fue una doble lectura de la Constitución para presentarse en las elecciones, pasando por encima de un referéndum en el cual el No, a la pregunta de si estaban los bolivianos dispuestos a modificar la Carta Magna para permitir sui reelección y la del entonces vicepresidente y presidente nato de la Asamblea Legistativa, Alvaro García Linera.
Poco después de asumir, las fuerzas Armadas y una conspiración de la derecha lo expulsaron del poder. Huyó a México y de ahí a Argentina, de donde retornó para apoyar el dúo formado por Arce y el excanciller David Choquehuanca, quienes ganaron las elecciones.
Fiel a su costumbre de preparar marchas antigubernamentales y de tratar de impedir que el gobierno de turno ejerciera su trabajo, Morales se enfrentó enseguida con Arce, a pesar de ser, supuestamente, su aliado. Todo terminó en enfrentamientos, de los cuales intentó pasar Arce, hasta que todo se rompió entre ellos y ahora son enemigos políticos, tal como puede ser el mandatario con alguien de la extrema derecha.
Los que no conocen a Evo Morales y leen allende las fronteras esta noticia de su invalidación como candidato, pueden pensar que el exmandatario permanecerá tranquilo, permitirá que Arce Catacora termine su mandato en paz, y que luego se celebren unos comicios con la mayor tranquilidad posible. Pero nada de eso será así: Morales continuará su cruzada por volver al Gran Palacio del Pueblo, el monumental edificio que construyó en sus tiempos de presidente, tal vez con la ilusión de vivir en él para siempre, como pensaba hacer con la casa presidencial del barrio de San Jorge.
La actitud de Morales tiene varias lecturas: como a la mayoría de los dirigentes de izquierda, el poder le seduce tanto que quiere volver, porque lo extraña; como a todos los gobernantes de izquierda, es capaz de hacer cualquier cosa, de romper cualquier pacto, para volver a gobernar; como todos los de su tipo, no tendrá escrúpulos en llamar a movilizaciones, marchas y bloqueos con tal de impedir que el gobierno de turno culmine en paz su mandato y pueda reelegirse, porque para políticos de su tipo -la misma estirpe de todos los gobernantes cubanos, del venezolano Nicolás Maduro, o del nicaraguense Daniel Ortega- el poder es necesario para cumplir sueños, pero no los sueños de los pueblos, sino los propios.
Si Morales gobernó más años que nadie en la historia de Bolivia, lo mismo en tiempo total que de manera consecutiva, si ganó más elecciones que nadie, si tiene una buena renta, casas en Cochabamba y en Villa 14 de Septiembre, si su futuro está asegurado, qué persigue con eso de forzar el regreso a la presidencia. Y lo más seguro es que desde La Habana lo estén respaldando, como ha ocurrido siempre.