HAY DÍAS…

ARCHIVOSHAY DÍAS...
Por Gretell Lobelle ()
Mantilla.- A veces me ven muy namasté, con amor al prójimo, comprensiva y educada, pero eso es solo un ejercicio de control. Tengo un mal carácter mezclado con una marcada frustración, porque siempre he querido practicar boxeo.
Hay días en los que quisiera que el mundo fuera un ring, sobre todo para poder darme unas trompaditas con ciertos machos abusadores. Con las mujeres no. Ellas son más guapitas y saben medir más las tallas. Normalmente, una mujer sabe cuándo hay que ripearse y valora la educación. Pero hay ciertos machitos con complejo de todo a cambio de nada que me sacan la guajira-gallega, esos me encantan que se lancen.
Una amanece toda lacia, con la educación de Laura subida. El mundo merece respeto y buenas maneras. Coges un carro porque el transporte público es un eterno sufrir, le pagas a un botero con un billete de mil y te arma un escándalo, así sin tú esperarlo.
Te quedas de una pieza porque has rotado desde que abordaste el carro, amablemente, por el buenos días, el por favor y las gracias y el señor te responde con una cara de perro rabioso: -¡Ayyy cubanos!
Aún dentro del carro, esperando mi vuelto, me hace sentir un bicho inmundo por pagarle el servicio. A mí que esta bancarización, esta isla, me tiene sin filtros, soltando flores por la boca, con una actitud de distancia y categoría hacia mis semejantes, la cortesía y educación es lo mínimo que puedes dar en estos días de mierda.
Amablemente me veo deshecha en disculpas. Sé que, a primera hora de la mañana, a ningún negocio le gusta un billete grande, pero es Navidad y creo en la utilidad de la virtud como creo que disculparse es siempre un aliado.
Le explico que acabo de sacar dinero del cajero, que lo dispensan en billetes grandes, le vuelvo a ofrecer disculpas. Me suelta un: «mamita, el problema es que yo no tengo tiempo pa hacer las colas del banco y cambiar dinero y yo no soy cajero pa que vengas tú a cambiar conmigo».
Respiro, su tono es abusivo, agresivo y no me va a joder el día, que solo son las ocho de la mañana. Tiene un fajo de billetes guardados que tiene que sacar para mi cambio. Con la paciencia que me aconseja mi Òrìsà tutelar, me digo: «mujer, una vez más, inténtalo». Y vuelvo a balbucear «lo siento» hasta con cierta coacción.
Este hombre me bufa como un toro, me devuelve el cambio con un ademán que entiendo golpe en mano, para ese entonces estoy bajando del carro y no espero esa reacción de violencia.
Pasan unos minutos en los que voy procesando todo lo que pasa, en mi reflexión solo pienso: «pero si tiene trabajo, si está ganando en su negocio, no entiendo nada».
Veo que este tipo es un abusador de mujeres, típico de manuales. Con un pie fuera del carro, aún sin incorporarme a la cera me suelta: «Está bien, chica, dale, dale, dale muévete ya».
¡Perdón! Ya eso es lo último de este mamífero troglodita. Recuerdo que tengo cementerio aparte, donde pongo nombres y entierro gente. ¿Acaso este va por la vida con ese poder de macho sapingo? A mí, que por estos tiempos me da lo mismo ser el muerto que el chófer de la ambulancia. Me sale del alma: «Señor, sabe qué, yo me resingo en el recontracoñísismo de su madre. Bai».
Me termino de bajar y le tiro la puerta con toda la necesidad de soltar la ira, con el gusto de al menos desnivelársela. Me parapeto esperando su reacción y el muy penco ni me mira, acelera como diablo y se va.
Me compongo, vuelvo a respirar: «Gretel, la ira no es buena y tú no eres peso para él, deja la locura». ¡Ufff, pero me he dado un gustico! Creo que termino el año invicta de trompones con machangos abusivos.

Check out our other content

Check out other tags:

Most Popular Articles

Verified by MonsterInsights