EL PRIMER CUMPLEAÑOS

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Por Esteban Fernández Roig Jr.
Miami.- Había prácticamente olvidado aquella fiestecita que me celebraron en el Parquecito Martí. Pero, increíblemente, hoy amanecí recordándola. Vaya, yo creo que mis padres se dieron cuenta que a esa tierna edad yo no tenía ningún amiguito.
Entonces se preguntaron: “¿A quiénes invitamos?” Y tuvieron “la peregrina idea” de pensar: “A nuestros amigos y parientes” y hasta ancianos de más de 80 años como Gustavo O’Halloran y su esposa Santa que vivían cerca de mi casa.
Entre mami y sus hermanas Chacha, Yota, Angélica cargaron una mesita y pusieron unos adornos. En los portales de enfrente estaban jugando, también chiquiticos, Jorge “Pupi” Menéndez, Julio, Alveito y Silvia Zamora.
Alrededor de mi padre estaban Raúl Valdivia, Joseito el Colorado, los concejales Ovidio y Eugenito, mis tíos Enrique Fernández, Memo y Carlos Gomez de la Torre.
Mami estaba embarazada y mi hermano Carlos Enrique nacería 12 días después. 10 días más tarde daba a luz María Cobas a mi primita María Mercedes Quintero.
Aunque nadie me estaba prestando atención, tres cosas tuve: un regalito, un cake y una velita y de pronto llegó el momento de apagar la velita.
Alrededor mío se aglomeraron 10 o 12 adultos que yo consideré unos “viejos”. Con mucho desentono me cantaron mientras gritaban “sopla, Estebita, sopla”…
A mi, rebelde desde que nací, no me da la gana de soplar, y al final mi primo Jorge Ortega, me ayudó a apagar la dichosa vela y todos aplaudieron.
Mi mamá había cocinado y repartía arroz con pollo, junto a unos tamales que había hecho un viejo llamado Crescencio, me dieron a probar y recuerdo que pensé: “Enseguidita que pueda hablar voy a decirles a mis padres que prefiero esa comida a la basura de compotas que me están embutiendo” …
Abrí mi regalo y era un trompo como en la foto. Ese trompo era irrompible, me duró como ocho años. Y créanme que yo rompía todo.
No recuerdo haberles agradecido a mis padres este bello gesto, sin embargo, esta mañana me vino a la mente esas dos horitas en el Parque Martí y lo más alto que pude, aunque molestara a los vecinos, grité: “¡Gracias Esteban y Ana María!”

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