Por Ulises Toirac
La Habana.- Ella siempre ha sido verde. No como las hojas del marabú ni como el verde de los uniformes. Fue verde brillante y jovial. Llamativo. Lo que llaman verde esperanza.
Tenía especial predilección por recorrerlo todo con sus ojos escudriñadores y repartirse a sí misma. Llegaba a la casa deshecha, pero feliz. Dispuesta a recuperarse antes de la mañana siguiente. Lista para mitigar, no para resolver. Pero en algunos casos, dejar ver una ventana es la diferencia entre vivir o mal vivir.
Se cuidaba de vacas, de chivos y de cualquier otro herbívoro, si yo fuera verde, igual andaría con cuidado por ahí, máxime cuando desde chiquita te echan miedo con los chivos.
Parece que ya no tiene otro pedazo de cuerpo que ofrecerle a nadie. He leído que a Esperanza le llegó el parole.
