TARRAGONA: DIÁLOGOS, DISCUSIONES, LITERATURA

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Por Ernesto Sierra

Madrid.- De las mejores experiencias que me deja este año está, sin duda, el regreso a la hermosa Tarragona. En el verano allí fui para participar en el congreso internacional, «Carlos Barral y… Gabriel García Márquez», organizado por la Universitat Rovira i Virgili y el Ayuntamiento de Calafell. En «Tarraco» había estado en 2012, en las jornadas que organizó la universidad con motivo del centenario de Virgilio Piñera. Me quedé prendado de la belleza de ese balcón al Mediterráneo, ciudad de fuerte impronta romana y de su gente, de una elegancia natural donde se mezclan la prosapia clásica del viejo imperio con las bondades meridionales de la costa dorada y las reminiscencias provenzales.

Esta vez volvimos a disfrutar de la proverbial hospitalidad de Manolo Fuentes Vázquez, Paco Tovar y la inefable Maribel Calle. El congreso sesionó por las mañanas en el recinto de la universidad; por las tardes, en el pueblo de Calafell, donde tenía su casa marinera el poeta Carlos Barral, el legendario aglutinador del “boom” y del Premio de novela Biblioteca Breve. En aquel pueblo, en torno a Barral y a aquella casa, recalaron a mediados de los años sesenta Vargas Llosa, Donoso, Cortázar, Cristina Peri-Rossi, Jorge Edwards, Carlos Fuentes más tarde, García Márquez.

Yo escuchaba y miraba, me parecía increíble estar allí, en aquel lugar imaginado en lecturas juveniles, en libros de difícil acceso porque en ellos alguien había dicho algo incómodo sobre Cuba y, otro alguien había decidido que no era saludable que lo leyéramos, como si la época y su literatura pudieran viajar por ahí con el rostro a lo Van Gogh, sin esa oreja menos, como si no supiéramos que la realidad tiene orejas de lobo y este puede estar en todas partes y en ninguna.

Disfruté imaginando diálogos, discusiones apasionadas, halagos y críticas mutuas, mucha literatura, política, ideología, Latinoamérica, Cuba y su prometedora Revolución, Sartre, la gauche divine, el olor a libro recién impreso, el cielo al alcance de las manos hasta la primavera de Praga, las barricadas en las calles de París, la noche de Tlatelolco, el caso Padilla, las cartas, el nuevo Huracán sobre el azúcar.

Hay un gran pedazo de historia en Calafell y su gente lo sabe. Allí regresaré y volveré a brindar en esa orilla que me devuelve la imagen de la otra; en medio, las infinitas posibilidades del idioma y la huella de aquellos que nos hicieron buscar libros como si fuesen los dulces de la infancia, y desear escribir, así nos salga sangre de las yemas de los dedos, de tanto intentar el rasguño sobre la piedra.

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