Por Ulises Toirac ()
La Habana.- La Navidad, aunque para unos trae al espíritu el nacimiento de Jesús el Nazareno, para muchos de nosotros partía de eso y extrapolaba el pesebre con la casa, los magos con los tíos y abuelos, y María y Jesús con la familia.
Era el encuentro de los más cercanos y queridos. Las risas, los regalos al alcance de las billeteras, los chamas jodiendo alrededor y las canciones cantadas entre todos. No importaba de qué tamaño ni qué era el arbolito, no importaba que la mesa no estuviera repleta, sino linda, no importaban tantas luces en la casa, sino en las almas.
Hablar de Navidades, festejo, reunión familiar de fin de año, espíritu navideño… Es un trago bien amargo porque la inflación sigue galopando, la ridícula esperanza es aumentar los sueldos (siguen jugando a los billeticos cuando la raíz del asunto está en la producción y todos los fenómenos que trae aparejado), las desigualdades sociales aumentan y se profundizan, la luz al final del túnel ni siquiera se avisora en un recodo y el deseo más común es irse del país porque ni se puede vivir, ni se puede construir el que queremos.
Pero es vida la que estamos respirando y es Navidad, ya decidiremos más adelante y hoy se impone andar con lo que tenemos y tratar de que la alegría nos inunde. Mínimamente, por solo unos días. Y no perder esta oportunidad de oro para decirle a quien queremos que lo queremos, de alegrarnos mutuamente con jaranas de otros tiempos, de ayudar a quien podamos y de recordar las alegrías y los afectos ausentes. De gritar a todo pulmón que estamos vivos y que pelearemos ese privilegio. De llenarnos el pecho de risas, esas que queremos todos los días del año de todos los años.
Ese espíritu, un poquito de él aunque sea, le deseo a cada cubano y cubana. Olvidar momentáneamente las frustraciones y la tristeza de un pueblo roto, y cantar esperanzas para nuestras vidas.
Feliz Navidad para todos los cubanos.