Por Nelson de la Rosa Rodríguez
Santo Domingo.- Viendo las últimas noticias me acordé de Aniceto. Es un tipo común y corriente, aunque alguien le dijo una vez, jodedor por naturaleza.
Le gusta la música de los 80, cantó con Air Supply «arumaky lo arol» (Making love out nothing at All) y era fan de Camino Sesto, aunque su ídolo de siempre ha sido Willy Chirino desde aquello de «Ya viene llegando».
De jovencito muchas veces vendía en la bodega de «la curvita», las botellas limpias que le pagaban a 20 kilos, para salir el sábado por la noche a los «Socios», pues ya el Club Juvenil, que antes fue Funeraria, era para los chamacos que bailaban «el Yoni».
Claro está, como los de su generación, empezó por el Disco Club, dónde cada semana se encontraba en la puerta con Matías, con raya al medio y guayabera, y le enseñaba un carnet firmado por Pablito y ya eso era una garantía pues formaba parte del Círculo Amigos del Arte.
Alli era fijo con tres o cuatro amigos más que, como él, tampoco viven ya en el pueblo.
El primero que se fue echando fue uno que era un tremendo bailador, ese se fue con su familia para Venezuela pero, en camino para donde van casi todos. Otro que atraía «las jevitas» porque tenía los ojos verdes salió para España y no creo que se haya visto con el que se hizo luego un buen albañil y que ahora está en Barcelona, aunque sigue soñando con «los bitles». En tanto su «yunta», pese a ser el más pequeño de tamaño pero grandísimo como jodedor, no esperó para apagar la luz del antiquísimo faro del aquel Castillo y hace poco partió con las suyas como «bola por tronera» pa’ allá, pa donde tú sabes.
Dicen, y así lo creo, que un día Aniceto andaba por Caguas, en Puerto Rico, participando en una Convivencia religiosa.
Era el único de su país en aquel momento y se sentía como embajador (aunque en la isla del Coqui no hay embajada cubana, pero sí «montón pila burujon puñao» de compatriotas) y en uno de los recesos, atento escuchaba a gente de su edad, procedente de otros países, hablando de política.
Una pasadita en libras decía: «yo estoy valorando mi voto por el Presidente. Esta es mi tercera oportunidad de votar. Mi último elegido lo ha hecho bien, la economía ha mejorado mucho y lo siento en mi cartera, pero ya termina su periodo y por ley tiene que dar paso a otro. Ocho años es lo máximo».
Entonces otro joven, que por el color de su piel y el cantaito al hablar le parecía oriental, pero claro, de un poquito más allá de Maisi, dejaba saber su duda.
«Pues yo también estoy valorando. Por el que voté la última vez, nos engañó. Dijo que habría más trabajo y no hubo; que mejorarian los servicios públicos y tampoco mejoraron y así muchas cosas; aunque después que salimos a las calles y exigimos nuestros derechos muchas cosas cambiaron para bien. Ahora corro el riesgo de hacerle caso al otro y que me pase lo mismo. Eso sí, si me engaña, tengo el derecho de volver a protestar, de denunciar, y en el peor de los casos, sé que terminará su mandato y vendrá otro que podrá hacerlo tan bien como lo han hecho otros».
Y así varios dieron su opinión.
Entonces Aniceto, que no tenía la más mínima idea de lo que hablaban y por eso no se atrevía a decir nada, miró a su alrededor y, al comprobar que no había nadie con gafas oscuras, camisa a cuadros ni guayabera blanca y mucho menos con Agenda bajo el brazo, cuál desodorante portátil, pidió la palabra y dijo:
«Realmente no tengo los problemas de ustedes. Hace rato cumplí los 18 y ni me preocupo por el voto para Presidente pues otros, sin preguntarme, se toman el derecho se hacerlo por mi y tampoco creo les sea complicado pues el candidato no tiene rival y lleva tiempo en el cargo y ni pienso en protestar porque no es permitido. Eso sí, en los últimos tiempos han dejado de engañarnos con las predicciones para el nuevo año».
Para entonces todos ya habían hecho silencio y esperaban la conclusión de Aniceto.
Sabiendo que todos esperaban por él, dijo: «El Presidente dice que el próximo año será más difícil, que habrá menos comida y más apagones, que el transporte será casi cero, que habrá que cocinar con leña y que la culpa no es de ellos. Y ponle el cuño, así mismo es y hasta lo superan.
No fallan en eso. Es verdad que es más difícil, que hay menos comida y más apagones, que no hay transporte, que se cocina lo que aparece, si aparece la leña, y siempre la culpa es del otro o de los otros, esos que según ellos, les duele que Cuba avance, aunque sea «en reversa».
Entonces la gordita dijo «shit» y el mestizo casi oriental «e diache». Mientras se escuchaba a otros decir… «y esa vaina es así?», «¿en serio?», «no mames», «!Tú me estás relajando!», etc…
Y fue cuando Aniceto, sintiéndose el centro del grupo, volvió a mirar a su alrededor, bajó un poco la mirada y dijo: «!del carajo!»
Después de aquel receso, Aniceto era buscado para aclarar cómo se vivía toda la vida con un mismo Presidente, sin ejercer derecho al voto, casi sin transporte y sin comida, con apagones y sin protestar.
Creo que Aniceto nunca aprendió cómo hacerlo. Quizás por eso también, como sus amigos de antes, salió como bola por tronera y que allá donde fue, le resultó más fácil aprender de la experiencia de sus interlocutores de entonces.