Por Ernesto Ramón Domenech Espinosa
Toronto.- Una sociedad que no cuida de sus niños y ancianos es una sociedad mezquina. Los niños de hoy son la garantía del futuro, los ancianos representan la experiencia, la sabiduría y el sacrificio sobre los que se han levantado el progreso y la modernidad. Tres cosas deberían garantizar el Estado a un anciano: tranquilidad en el lugar de residencia, alimentación adecuada y los medicamentos necesarios para aliviar en alguna medida los achaques y padecimientos. Para el Estado cubano, su ùnico compromiso con la Ancianidad, es la de procurar una muerte ràpida y segura.
Casi el 20 por ciento de la población en nuestro país sobrepasa la edad de los 60 años, son alrededor de 1.9 millones de jubilados los que reciben algún tipo de pensión después de dos, tres o cuatro décadas de trabajo y labor creativa. Hay, sin embargo, unos 400 000 adultos mayores que no reciben ningún tipo de ayuda económica, sobre todo mujeres, pues laboraron de forma intermitente, en el mercado informal o privado, o fueron amas de casa.
El promedio de las pensiones en Cuba está alrededor de los 2200.00 pesos. Esa suma tiene al frente los precios del mercado: una libra de arroz a 200.00, el litro de aceite a 800.00 y hasta 1000.00, una libra de carne de cerdo llega a los 500.00, un jabón puede costar 100. 00, y un simple huevo 60.00 pesos. A eso se agrega el costo de 400.00 pesos de electricidad, un paquete de pastillas a 500.00 (antibióticos o para la presión arterial) y otros 300.00 por gastos de transportación. Habrá que añadir desembolsos ocasionales como la compra de un par de zapatos, unos espejuelos, una blusa, un pantalón o el arreglo de una olla eléctrica, un TV o un refrigerador. Si hacemos cálculos los saldos terminan siempre en negativos, las cuentas no dan.
Una buena parte del pueblo de Cuba sobrevive gracias al mercado negro, al robo y a las remesas de familiares y amigos. El salario no es una fuente de ingreso sustancial, es en todo caso una burla al trabajador honesto. Para personas de la tercera edad el desafío de vivir es agobiante, titánico. Muchos viven solos, sin familiares en el extranjero, con retiros miserables; en múltiples casos recurren a la caridad y la limosna para no morir de hambre. Todavía se recuerdan las dantescas imágenes de cuerpos apilados en carros sanitarios, ancianos muertos de hambre y frio en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en enero del 2010.
La Nación cubana atraviesa uno de sus más terribles períodos en casi 500 años de Historia. La inestabilidad (en algunos casos inexistencia) de los servicios básicos (agua, electricidad, transporte), la inseguridad, la desinformación, los niveles de precios y salarios y la represión contra el que protesta han hecho de la vida de millones de ciudadanos un verdadero infierno. Para los que están en edad laboral la solución, la única, es escapar, irse, emigrar; para nuestros abuelos queda la resignación, una mirada al vacío y pedir a Dios que le de fuerzas para sobrellevar las colas y la desidia. Los octogenarios de nuestro país han aprendido a mirar la muerte sin miedo, sin rencor; muchos la consideran un alivio, una salida honorable ante la soledad y el irrespeto.
El Desgobierno de Cuba tiene entre sus prioridades el desarrollo del Turismo y el sector inmobiliario, sus vínculos políticos y militares con Venezuela, Rusia, Irán y China, el control de la información y la creación artística. No hay planes para la construcción y reparación de asilos de ancianos, no hay medidas para facilitar el suministro de alimentos y medicinas de los pensionados, no se habla del tema en los medios de comunicación. A veces, cuando llega algún famoso visitante o se organiza un evento para el Turismo, se ordena, desde el Comité Central, una de esas viles redadas para limpiar La Habana de mendigos, vendedores ambulantes o gente sin hogar que pudieran estorbar la alegre mirada del invitado de honor.
Para justificar estas y otras infamias no faltarán los tontos o los miserables que objeten en tono unas veces relativista y otras negacionista aquello de: “bueno, no todos los ancianos en Cuba están en esa situación, por qué no hablas de los viejos de África o de América Latina, menciona las cifras de los ancianos desprotegidos en Estados Unidos. Al fin y al cabo, en nuestro país tenemos los mismos problemas que otras tantas naciones, no somos una excepción”.
A esos que insisten en las excusas y la mentira, a los cómplices de la abyección: Yo soy cubano, me interesa la suerte de mi tierra y su gente antes que la de un hondureño, un albanés, un paraguayo, un norteamericano o un libanés. A nosotros se nos dijo, se nos prometió, que aquella revolución iba a cambiarlo todo, que Cuba era luz y guía del nuevo tiempo, que construíamos un país distinto y mejor. Se nos habló de una infancia feliz y de una vejez digna.
En pos de esos sueños, y a diferencia de cualquier otro país del mundo, millones de ciudadanos aceptaron el reto y, con total desinterés, renunciaron al lujo y las comodidades, asistieron a los trabajos voluntarios y Domingos de la Defensa, se fueron (nos fuimos) a las Escuelas al Campo y las recogidas de materia prima, participaron en guerras en tres continentes, donaron su sangre y sus horas de sueño, rompieron familias y amistades, y prefirieron quedarse soportando la escasez y los apagones antes que emigrar al capitalismo brutal.
¿Para eso se nos pidió tanto sacrificio y esfuerzo? ¿Para ser un país como cualquier otro? ¿No era el Socialismo infinitamente superior al Capitalismo? ¿Qué le tienen que decir a todos esos que se quedaron y dieron sus vidas por un ideal? ¿Dónde quedaron las promesas y la Esperanza? ¿Y la Prosperidad, y la Justicia y la Libertad? ¿Quién recuerda a los muertos en Angola y Etiopía? ¿Por qué todos se quieren ir?
Engañaron a dos generaciones con la promesa del Paraíso en el Tierra, nos utilizaron para sus planes ideológicos y sus campañas de propaganda, se aprovecharon de los logros, los reconocimientos internacionales y las medallas de algunos para resaltar las bondades de un sistema. Y después que te quitan todo, que te exprimen hasta sacar la última gota de sudor, te tiran a un rincón, a la basura. A ese latón de basura fueron a parar, ninguneados y junto a millones de maestros, doctores, y obreros anónimos, el doctor Rodrigo Álvarez Cambras, el genial Martín Dihígo, el campeón mundial Douglas Rodríguez, el poeta José Lezama Lima, el general Arnaldo Ochoa, el pintor Servando Cabrera, el actor Rubén Breña o el cantautor Pablo Milanés.
Margarita Fresco, una fotógrafa cubana asentada en Barcelona, ha tenido la sensibilidad de visualizar la cara más vergonzosa de la vejez en Cuba: la soledad, el desamparo, el hambre. A ella le debemos estas conmovedoras fotos de nuestros ancianos. Sirvan estas imágenes para denunciar al régimen que humilla y desprecia a quienes una vez le sirvieron, y para promover la solidaridad y la compasión con nuestros “Viejos”, pues se merecen un trato digno, una doble consideración.