Por Arturo Mesa
Atlanta.- En su alocución del 10 de diciembre del 2020, el presidente Miguel Díaz-Canel, con referencia a la tarea Ordenamiento nos dice: “es necesario referirse a que en los dos últimos Congresos del Partido se precisaron los conceptos fundamentales que debían guiar el trabajo”.
¡Dos Congresos del Partido! Más de una década de trabajo, de salarios y comodidades para el único grupo autorizado a pensar un país y cuyo mayor objetivo es asegurar que el cubano tenga un plato de comida sobre la mesa.
Como parte de aquel paquete de recuperación, cada medida fue aprobada por unanimidad, cada “representante”, cada “ejemplo de hombre nuevo” le dio el visto bueno a los planteamientos. ¡Nada que cuestionarse en Palacio! Solo cabe preguntarse: ¿se puede ser hombre digno, sincero y honesto y ponerse de pie y aplaudir al cierre del cónclave? Mi respuesta es y será absoluta: no.
Seiscientos once parlamentarios en su momento, más del 90 % miembros del PCC (condición indispensable), cómplices de la incompetencia generalizada de una organización responsable del deterioro de las condiciones de vida en la isla, para que hoy, en una sencilla línea redactada de la siguiente manera: “La «tarea ordenamiento», implementada con la esperanza de mejorar la situación económica, se reveló como ineficaz y no alcanzó los objetivos previstos”. Y aquí no ha pasado nada. Mañana pasamos a la siguiente década de la improvisación, los aplausos y los ascensos en las funciones.
¿Quién perdió el puesto anoche? ¿A quién le quitaron el carro y la casa en Playa? ¿Quién emplaza al organismo? ¿Quién es el responsable de estudiar, presentar, aprobar, implementar y no obtener ningún resultado luego de 10 años de disfrute de salarios, comodidades y empleos decorosos? –lo único que pide un ser humano sobre la Tierra.
“El ordenamiento –destacó el gobernador capitalino García Zapata– es un paso imprescindible para avanzar en la estrategia económica y social del país”.
“Postergar la Tarea Ordenamiento –destacó Alejandro Gil—sería peor. No es un fracaso, habría que preguntarse cómo estaríamos si no hubiésemos emprendido estas transformaciones económicas”.
“Se trata de salvar la revolución y el socialismo”, reitera el mandatario y nadie en su dignidad de hombre de bien en su decoro de honestidad se levanta y le dice que en realidad, de lo que se trata es del culto a la dignidad plena del hombre que pasa por querer hacer vida en la Tierra en donde uno nació y que solo en un cerebro partidista existe el concepto de rendirse, de derrotas y de enemigos de un régimen; y que el mundo funcional se rige por lo que funcione en un momento dado; y que hasta en el más crudo sistema del capital existen conceptos de sistemas socialistas porque resultan apropiados en un determinado momento; y que hasta en la sociedad del capital se puede alcanzar bienestar y justicia social. ¿Qué esperar de un mandatario que acepta que le digan en plena cara que «el mayor activo de Cuba hoy, está en su diáspora»?
“Pedimos confianza a nuestro pueblo, pues somos continuidad de esta obra revolucionaria justa”, vuelve a decir Alejandro Gil como si ser continuidad fuese suficiente para ponerse a la altura de los tiempos y darle solución a los problemas.
Hoy, desafortunadamente para el que sufre, la continuidad y el desatino van de la mano. De ser legítima esa continuidad estuviésemos hablando de logros, de reducción de inflación y precios y de incremento poblacional.
La mayor desvergüenza a la que se pueda llegar, tras el sufrimiento, el éxodo y la desesperación, queda resumida en una frase oficial:
Se suprime el lineamiento 35, que versa sobre el seguimiento a la implementación de la Tarea Ordenamiento. Esta no ha cumplido todos los objetivos trazados, tras dos Congresos del Partido, más de una década de Trtabajo, salarios y comodidades.
Es como si te dijeran: borrón y cuenta nueva que aquí no ha pasado nada. Mañana seguiremos en la improvisadera, si total.
