NACIÓ EL MISMO DÍA QUE FIDEL CASTRO, PERO NO TIENE QUE VER CON EL TIRANO

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Por Pablo Alfonso (Especial para El Vigía de Cuba)
México DF.- Mario Alberto González Sepúlveda es el dueño del restaurante Neptuno, en la ciudad chilena de Iquique, ubicada al oeste del desierto de Atacama.
El carismático y buen amigo Mario, un tipo curtido por el sol y el salitre, nació un 13 de agosto, igual que Fidel Castro, pero nada tiene que ver con el dictador que destruyó a Cuba. A diferencia de Fidel, este hombre sí es un verdadero emprendedor. Lo que toca con las manos, si no lo convierte en oro, lo transforma y la ciudad lo agradece. Así hizo con el Neptuno. Logró ubicarlo como el líder, por mucho, de la comida de mariscos de toda la región de Tarapacá.
A ese lugar, le tengo mucho cariño. Y no solo yo, sino casi toda mi familia. Fue el primer lugar donde comí en Chile, porque fue el sitio contratado para garantizar la alimentación del grupo musical cubano Visión en su primera gira a Iquique, en el año 2000.
Visión hizo bailar a los iquiqueños y sus turistas desde la Salsoteca «La Caldera del Sabor». Los lajeros se adueñaron de la ciudad, y sus habitantes del sabor y el candor de los cubanos. De ahí, la nueva contratación en el 2001. Esta vez, en el Hotel Gavina, justo al frente del emblemático restaurante Neptuno.
El restaurante no lucía como hoy. Era un lugar precario y con pocas mesas. Pero Mario y Mónica (su media naranja), su compañera de ruta de toda la vida, decidieron ir por más. Poco a poco se fueron ampliando. Hasta varios de los músicos de Visión pusieron su granito de arena en sus momentos libres, porque esa era nuestra segunda casa. Allí pasábamos buena parte del día. Sus anfitriones expandían amor por doquier. El sabor cubano los contagió y ellos a nosotros con su bondad, el buen vino y la comida chilena.
Incontables serían las anécdotas de los felices momentos que allí vivimos. Mario y los suyos no podían vivir sin nosotros, y nosotros tampoco sin ellos.
El 23 de septiembre de 2001 tocó separarnos. Aún recuerdo su imagen junto a la bella Mónica, sentados en un muro de la esquina del restaurante, esperando a que pasara el bus que nos trasladaría a Santiago. Todos los integrantes de Visión lloramos. Ellos también. Tanta hermandad y tanta amistad quedarían atrás.
Nueve años después, Mario y Mónica, fueron a Cuba. Conocieron a nuestras familias y amigos. Gozaron de lo lindo. Se les retribuyó el amor que ellos nos profesaron, no así la economía.
En Cuba, eso ha sido siempre imposible por culpa de la cúpula que desgobierna a la Isla desde hace más de 63 años. Los chilenos te atienden con su salario en su país, y luego, en Cuba, ellos mismos se tienen que atender y hasta a nuestras familias, también con su propia plata, en nuestras casas. ¡Qué vergüenza! Todo, por culpa del comunismo.
Eso sí, el cubano da lo que tiene y hasta lo que no tiene también. No damos lo que nos sobra, pues nada sobra. Más bien, no te alcanza.
Yo no pude disfrutar de la presencia de Mario y Mónica en Cuba. Por aquel entonces andaba como corresponsal de la Televisión Cubana en Bolivia o, mejor dicho, como propagandista del régimen cubano. Aún, no había despertado del letargo.
Pero cuando desperté, me fui a vivir a Chile, en el 2014, justo a Iquique. Allí tuve la suerte de volver abrazar a este maravilloso matrimonio. Disfruté nuevamente de sus bondades. Para colmo se convirtieron en auspiciadores del programa de música que tenía en Radio Bravíssima. El Neptuno no necesitaba promoción, en cambio yo sí necesitaba auspiciadores. Y una vez más, Mario y Mónica me tendieron la mano. El agradecimiento para con ellos, será eterno.
Hoy, ando por México y otro buen amigo chileno, a quien también le debo mucho, Nelson Andrade, me da la noticia de que «El Neptuno» está en venta.
Juro que me invadió la nostalgia y a muchos de los integrantes de Visión, los que vivimos allí como familia, les compartí la triste noticia. Sé que más nostalgia representa para Mónica y Mario, ese hombre que dejó el trabajo en el mar y se dedicó por entero a la gastronomía. Fue tanta su devoción y entrega que llegó a ser el presidente de la Asociación Gastronómica de Tarapacá. Un emprendedor de los pies a la cabeza, que supo mantener a su familia con lo mejor que sabía hacer.
La salud ya no acompaña a Mario Alberto González Sepúlveda. Llegó el momento de desprenderse del icónico lugar. Los Iquiqueños todos lo extrañarán. También los cubanos que un buen día vivimos en esa norteña ciudad de Chile. Pero lo que sí nunca se va a desprender es el amor, el respeto y la admiración que le profesamos cada uno de los integrantes del grupo Visión a esta increíble familia. Respeto y admiración, que también sienten los Iquiqueños y muchos chilenos, que vivirán agradecidos de su noble labor y recordarán por siempre el emblemático restaurante Neptuno.

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