EL TRIUNFO DEL BOLERO

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Por Alden González Díaz ()

Santiago de Cuba.- He visto a mucha gente que respeto, a la que admiro en alto grado, discrepar con la reciente inscripción binacional, por México y Cuba, del bolero en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Entiendo además el hecho de que esa molestia está motivada sobre todo por el sentido de pertenencia, por el amor al género (que debería manejarse ya como complejo, a mi modo de ver, y mejor: de escuchar). Por lo tanto sé que será complicado de digerir esto que voy a expresar públicamente: que precisamente por mi amor al bolero me siento muy contento con la noticia y que, sobre todo, a los mexicanos no puedo más que expresar agradecimiento.

A mí me enorgullece muchísimo que los mexicanos consideren el bolero como algo suyo y que además le demuestren su amor con hechos. Desde mi perspectiva, la expresión máxima de la inmortalidad de Pepe Sánchez está en el arraigo del bolero en México. Con el terreno que el bolero ha perdido en Cuba, con la cantidad de generaciones que llevamos con la media de los cubanos sintiendo indiferencia por el bolero, ni idea tengo de lo que fuera del legado de Pepe Sánchez si no fuera por México y otros países como Colombia, Puerto Rico, Venezuela, República Dominicana…

Es importante destacar además que la idea de la candidatura se le ocurrió a los mexicanos, no a nosotros, y no recientemente. Ya desde 2013 un grupo importante de especialistas, instituciones públicas y privadas, y sobre todo de amantes del bolero en México empezaron a trabajar gradualmente para que el sueño se cumpliera. Desde el mismo germen de la idea consideraron que no podía ser de otra forma que no fuera en conjunto con Cuba, pues los mexicanos que trabajaron en el proceso lo tienen todo claro: Pepe Sánchez, Santiago de Cuba, Cuba; y siempre lo expresaron así. Para presentar el expediente hay que detallar un programa de desarrollo y difusión del género, así como el sustento histórico, y eso no hay forma de expresarlo sin empezar por Pepe Sánchez, por Santiago de Cuba, por Cuba.

Ellos, los mexicanos, de manera ilusa, aspiraban a poder lograr la meta mucho antes que ahora, lo pensaron inicialmente para 2018, pero no contaron con el hecho de que nosotros, los cubanos, nos tomamos nuestro tiempo y tenemos nuestra manera de entender las prioridades culturales. Por fortuna para el bolero en el proceso, los mexicanos -no nosotros, los cubanos- crearon en 2015 el Instituto de Preservación y Fomento del Bolero en México (IPFBM), promovieron el Festival Mundial del Bolero y el Congreso de Portadores del Bolero en 2016; y, muy importante, en 2018 aprovecharon para al menos declarar al bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial de México (algo que nosotros, los cubanos, hicimos tan tarde como en 2021). Y no fue hasta marzo del año pasado que el Ministerio de Cultura cubano y la Secretaría de Cultura del Gobierno mexicano presentaron el expediente ‘Bolero: identidad, emoción y poesía hechas canción’ para lograr lo que en este diciembre ya se ha hecho realidad.

Todos los mexicanos que trabajaron durante años para que esto se lograra aman al bolero incondicionalmente; nosotros, los cubanos, empezamos a hablar del tema hace muy poco, con un intento de campaña que caló muy poco en el cubano común, en la que una suerte de portavoz, una muchacha joven, en cada comparecencia decía Osvaldo Farres en vez de Osvaldo Farrés. La primera vez pensé que había escuchado mal, luego me di cuenta de que no, no es el bolero lo suyo.

En los primeros textos de los mexicanos se habla de toda la influencia regional de Cuba en ese momento en el que el bolero llegó a México. Y a mí como cubano eso lo que me da es pena, porque esa influencia a donde sí no ha llegado es a las nuevas generaciones de cubanos, y porque el amor de los mexicanos por la música cubana es tanto que les alcanza para el danzón. Para este servidor una de las cosas más lindas, emocionantes que ha visto, es a los jóvenes mexicanos disfrutar del danzón con la misma sabrosura que pudieran disfrutar de la Arrolladora Banda El Limón. En el México de hoy además las danzoneras tienen la misma vitalidad de otrora, mientras en Cuba las orquestas charanga que eran las que sustentaban la interacción vital con los danzoneros que quedaban han ido desapareciendo gradualmente, pienso que en gran medida por el catalizador que fue la desaparición de la Asociación Nacional de Orquestas Charangas, organización que tuvo entre sus pecados el de trabajar con eficacia cultural y económica inusitada desde fuera de la capital.

Ya no causará asombro el que cuente que sin ser supersticioso cruzo los dedos con fuerza para que los mexicanos nos hagan con el danzón lo mismo que nos han hecho con el bolero.

Nota:
El de la foto es Alberto Villalón. Aunque Pepe Sánchez fue el maestro, fueron sus discípulos Sindo Garay y Alberto Villalón los que popularizaron lo que en esos primeros años republicanos se conocía en la capital como “bolero oriental”. La revista teatral ‘El triunfo del bolero’ (vaya título premonitorio), estrenada en el teatro Tívoli (aledaño al parque de diversiones Palatino) en 1906, con protagonismo musical de Villalón, fue el gran éxito, la consolidación del género en aquella Habana. Villalón fue también el protagonista en la llegada del bolero a México, por Veracruz, alrededor de 1910.

Villalón fue además guitarrista fundador del Sexteto Nacional. Y coincidentemente yo estoy en el grupo de los que piensan que la forma de expresar el bolero-son del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro sustenta en gran medida eso que primero se llamó «bolerito» y luego bachata en República Dominicana. Eso que Juan Luis Guerra define como “bolero caribeño” fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2019, antes que el bolero, no por culpa de los mexicanos.

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